En la apretada gran final Presidente de la República…

El fracaso de las barajas

En la apretada gran final Presidente de la República,  Parlamentario Perulero o Congresista Andino, premios hípicos antes que nada por el esfuerzo físico, por el tropel de candidatos que no se distinguen tanto ni con una oreja o el pescuezo, no hay alivio para las cifras ni para los primeros lugares. La cosa es tan, pero tan complicada, que cada día que pasa es peor. Fracasados los sesudos analistas que antes anunciaban resultados, extraviadas las profecías de los taxistas, anulados los nombres vencedores de los encuestadores, solo quedaba en el horizonte el arte de la adivinación. Pero ni allí, en el mensaje de las cartas barajadas, tendidas y leídas como oráculos infalibles, obtuvimos alivio para la incertidumbre.

La conocida adivinadora Rosa Chu, por ejemplo, no pudo, o no quiso, rodeada de sus cartas y sus anuncios en clave, perdida entre augurios del as de copas, del trébol y de otras figuras, anunciar al ganador o la ganadora de las justas electorales en boga. Antes, en otras contiendas de las urnas, ella se atrevía a dar datos, a mencionar nombres. Alegremente y sin ningún margen de error. Acertaba y no acertaba. Adivinaba o no. No importa  la eficacia de sus barajas, pues toda adivinación es un disparo a ciegas. Lo que cuenta es que entonces  se atrevía, se la jugaba por un nombre.  Hoy las cosas han cambiado.

El arte de la adivinación en este país es más  antiguo que las urnas electorales, que el votante dubitativo, que el primer lugar perseguido como en una carnicería. Los oráculos del ayer eran importantes y servían para la vida diaria, para ayudar en el viaje y en la guerra. Entre nosotros, los omagua tenían un personaje que era como un profeta del porvenir. Sospechamos que ni esa sabiduría nos serviría ahora con tanto aspirante a ganar los pequeños poderes terrestres.