Paco Bardales
La mejor descripción de lo que fue Fidel Castro para Cuba anida en la frase de la película The Dark Knight: «mueres siendo un héroe o vives lo suficiente para convertirte en un villano».
Era una leyenda, sí, que motivó idealismos y la esperanza, violenta y abrupta, de un cambio revolucionario. Esto rápidamente trocó en una de las dictaduras más longevas, responsable de muertos, presos políticos. Su rigidez totalitaria a veces no tuvo empacho en encarcelar a opositores o crear campos de concentración para minorías. Promovió un sistema que intentó la concreción de derechos sociales de todos sus habitantes, aun a cambió de un alto precio: la conculcación de su libertad económica y política.
Ha fallecido un dictador, sí, un hombre fuerte en el poder real y virtual, uno de los más gravitantes de la política latinoamericana y mundial de las últimas seis décadas. Resulta simbólico que suceda en este año en que Cuba ha recibido al presidente de USA y a la banda Rolling Stones.
Ojalá la transición democrática se realice en el más breve plazo. No obstante, siempre habrá un antes y un después de Fidel. Su muerte es, literalmente, el fin de una era.