Al borde del forado más grande de cualquier calle de Iquitos, en un día ya pasado, se reunieron los candidatos loretanos y amazónicos para debatir sobre el destino último de los huecos a la intemperie. El que ideó dicho encuentro fue el señor Euler Hernández. Pala en mano, rodeado de montones de mezcla de cemento y flanqueado por ayudantes de albañilería, el aludido dijo que no todo estaba perdido en el caso de los agujeros en las pistas, pues él con su capacidad de trabajo, sus conocimientos en el arte del rellenado, arte que practicó cuando era candidato a la alcaldía de Punchana, iba a acabar con esos declives, esos baches, esos agujeros que de pronto aparecen entre los iquiteños. El único problema es que requería de una paga debido a que era costoso, en energía física y en tiempo, tapar un solo forado.
Todo marchaba bien en el asunto, hasta que el tema del dinero tocó fibras palpitantes. Entonces los candidatos negaron todo apoyo a Euler Hernández y se pusieron a debatir sobre una posible ley antiforados. La misma iba a ser redactada por los más sesudos intelectuales del medio y de entrada iba a prohibir la presencia de agujeros en las pistas. Para un cabal cumplimiento del dispositivo vigente el colectivo de candidatos creyó conveniente abrir procesos judiciales a las lluvias desatadas, los camiones perturbadores y a las personas sin escrúpulos que malograban todo al meter gato por liebre en la construcción de las pistas.
En estos días, una vez elegidos los congresistas por Loreto y la Amazonia en general, se espera con impaciencia la entrada en vigencia de la citada ley. Se sabe que ya ha sido redactada, que está en fase de observación y que en cualquier momento entrará en vigencia. Es de suponer entonces, con desatado optimismo, que se aproxima el fin de los temibles y terribles forados en las pistas de Iquitos.