EL ESCRIBIDOR FUGAZ
Por: Gerald Rodríguez. N
En la contraportada del diario la República del sábado 5 de octubre, un tío bonachón y buena gente declara ser escritor con toda la tinta de un genio literario excepcionalmente muy bueno para la generación millennials, tomando mucha altura madrileña, se considera un héroe literario, porque le ha dado a la literatura una actuación funcional de salvavidas para la generación actual y poco positivista.
Jordi Sierra, escritor español, fue entrevistado por la columnista de Tú a tú, donde no solo da lección para que un escritor llegue al éxito literario, sino que hasta un Mario Vargas Llosa, un Faulkner, un Dickens, no estarían logrando tocar el piso al que ha llegado el escritor español por los 400 libros que ha escrito y por las vidas que ha salvado gracias a sus libros por la actitud funcional y positivista que vierte en sus ficciones.
Pero no solo vuela alto, sino que hasta se define como un escritor que casi no tuvo tiempo de leer, y hasta ahora no lo tiene, por escribir. En sus loca pasión desenfrenada y muy apasionada por escribir, la lectura es repetir lo que otros ya dijeron y que hasta aburren y lo llega a odiarla como es el caso del pobre Miguel de Cervantes, que hasta parece un insulto de su compatriota, afirmando que lo odia porque el Quijote, además de ser voluminosos, aburre hasta la saciedad, hasta el vómito. Es como si Mario dijera lo mismo de Arguedas o Vallejo, sabiendo la alta calidad literaria que lleva cada uno y que simplemente terminen siendo odiado por un chacotero de la literatura.
Ningunea toda actitud y crisis literaria por la cual han pasado los grandes genios de la literatura porque él no tiene tiempo para crisis literaria ni perder el tiempo en enfrentarse con la maldita hoja en blanco por la que tuvieron que pasar, y de seguro que cuanto más siguen pasando, como si para una madre tener un hijo no se pudiera concebir sin dolor, y que para el escritor de los millennials esos son tonterías que distraen. No sé cómo todavía sigue teniendo vigencia la literatura basura, positivista y moralista, consejeritas, buscando imponerse frente al arte literario, esa hermosura a la que nos han acostumbrado Cervantes, Melville, Dumas Shakespeare, Vallejo, Neruda y un largo río literario de etcéteras.
¿Estamos saliendo de una era histórica de primacía verbal, del período clásico de la expresión culta, para entrar en una fase de lenguaje caduco, de formas «poslingüísticas» y, acaso, de silencio parcial? Esta es la pregunta que cualquier literario o crítico serio puede preguntarse, porque es esta literatura que está asaltando nuestras escuelas para no educar en nada más que un moralismo superficial y plástico que lo único que hace es agrandar el vacío existencial en un gran pozo inexplicable, y que lo único que hace es hacernos ver la realidad de un sola manera ocultándonos esa arca de realidades y crisis que nos pueden hacer ver mejor el mundo donde vivimos y que por supuesto es solo para humanos.
La literatura basura ha empezado asaltar las escuelas de nuestro país, y España no es ajeno a eso, tal como lo muestra el último examen PISA 2011, donde el país de Cervantes había descendido abismalmente de los primeros veinte lugares como mejores en el mundo. Y esto no solo tiene que ver con la crisis económica que pueda estar pasando el país de Lorca, sino que pasa muy de cerca por la chatarrería de literatura vacía que están entrando a las escuelas con muchos fundamentos absurdos y poco pedagógicos, aduciendo que el niño es un estúpido e irracional y no puede entender un capítulo del Quijote o de Oliver Twist.
La especie de estos tipos de escritores han ido evolucionando desde la antigüedad en base a lo que van a ganar y a la moda que ellos mismo determinan pensando en el lector, escribiendo basura y buscando ganarse el seudo prestigio que van a lograr y que de seguro no pasan la valla de los cien años después.
Jordi Sierra se seguirá riendo de los que escriben en cinco años, pacientemente, para que esa obra vaya saltando sin ningún problema los baches del tiempo, porque resultarán ser verdaderas obras de arte. El escribidor fugaz seguirá transmitiendo energía, cosmos y positivismo a sus lectores mientras que los absurdos se seguirán demorando para escribir una verdadera obra de arte y que, de seguro, también creará en sus lectores nuevos hombres que encontrarán el sentido de vivir gracias a la literatura.