El señor Mera Ramírez, ante los cadáveres recientes de sus recios y encebados gallos, agitó los brazos, escarbó con los pies en el suelo y cantó como un garañón por última vez. Esa fue la despedida melódica y lúgubre de su aspiración al poder. El antiguo candidato Jorge Mera Ramírez, luego de perder en las elecciones del ya olvidado año del 2014, se desilusionó tanto de la política que decidió nunca más participar en ninguna elección. Y, como un castigo flagelante, se dedicó al sanguinario deporte de la pelea de gallos.
Todos esos emplumados que le sirvieron para la campaña de entonces fueron enviados al ruedo y el resultado fue una brutal carnicería. Como era natural ninguno de esos gallos de las ánforas conocía el arte de meter la afilada espuela en la carne enemiga, y sucumbieron ante las primeras embestidas. Esos animales masacrados ni siquiera sirvieron para el sopón o el caldo reconfortante. Eran carne de cañón y acabaron como tributo al sepulcro. Luego el jubilado señor Jorge Mera siguió con sus labores de albañil, oficio que descubrió al final de la campaña electoral referida.
En su nueva profesión no le fue mal que digamos ya que sigue parchando gratis los forados que no dejan de aparecer en las pistas. Todo el mundo le conoce ahora como el doctor Jorge Mera Ramírez. Es que como en el Perú de estos tiempos nadie puede ejercer cualquier oficio sin el cartón con tan alto título, el referido tuvo que obtener su doctorado en la albañilería en una universidad del extranjero. En confidenciales declaraciones a este columnista, el señor Mera manifestó estar muy agradecido a esa ruda labor que le devolvió las ganas de hacer cosas, de vivir. El único inconveniente es el juicio que le interpuso el señor Euler Hernández, quien jura que él fue el primero en actuar como albañil siendo candidato.