El disco rayado
El picapleitos trapacero tiene en su tecnológica desviada el recurso de la dilatación eterna, de la perpetua postergación. Utiliza la maraña legal para trabar todo, para desviar el foco de atención sobre el delito, esperando el paso del tiempo y el arribo del largo olvido. El recurso más socorrido de los corruptos es confiar en la corrosiva labor de esa amnesia social. La memoria nuestra es frágil, voluble, volátil. Tiene vuelo de gallina, vuelo corto. Con decir que ahora algunos ya no se acuerdan de las andanzas nada santas del régimen del ingeniero Alberto Fujimori. Y, como si nada, optaron por votar por su hija que fue Primera Dama de esa gestión de los bajos fondos.
Las denuncias publicadas por este diario sobre la corrupción de notas en la Universidad más prestigiosa de la Amazonía del Perú pueden acabar en el largo olvido. En la amnesia. En la impunidad de siempre. La tecnología de la turca de notas, de chantajes de todo calibre para aprobar un curso, de parrilladas para no repetir de año, pueden seguir hasta el último día de la eternidad. Y en el claustro donde se forman los hombres y mujeres del mañana. Supuestamente. El periodismo no puede hacer más. El famoso cuarto poder es bastante frágil, en realidad. A la hora de los loros, la hora de la verdad de la intervención de la justicia, solo queda la victoria moral.
Como a veces en el fútbol peruano. Los denunciados tienen un manual bastante aburrido: niegan el delito hasta el fin, esperando la erosión de la memoria. El olvido no tarda en llegar. Ello puede pasar ahora porque este país sigue siendo como decía don Luis Alberto Sánchez: un disco rayado, condenado a repetir sus errores, sus vicios. De todas maneras, cualesquiera que sea el desenlace de nuestras denuncias, una cosa queda en pie. Que nos negamos, con uñas y garras, a admitir esta república indecente donde el tuerto y lo torcido siguen reinando.