El último viernes largo o sábado normal o domingo anticipado, fecha en que en otras partes se celebró el gran Día del Consumidor, fue una agonía en Iquitos. Todo lo gastado para celebrar a lo grande, para botar las penas y las reiteradas saladeras, para pasarla bien hasta reventar de hartazgo, quedó varado, inservible, fuera de lugar. Las inversiones oficiales se perdieron y los animadores contratados tuvieron que devolver lo que cobraron, las animadas orquestas silenciaron sus ritmos, las tabernas cerraron sus puertas y ventanas y nadie ni siquiera salió de su morada, que en algunos casos pertenecía a la otra suegra.
En la historia de la ciudad isleña nunca ocurrió semejante hecho unánime, semejante coincidencia del fracaso de los malos servicios públicos. Desde antes de la creación del mundo, en Iquitos ya abundaba la basura y el sábado 15 de marzo los encargados de tratar de recoger los desperdicios quisieron celebrar tan importante y decisivo día y no recogieron nada. Como siempre. Desde hacía una semana, por otra parte, el servicio de agua brillaba por su ausencia en los grifos y duchas. Durante 3 días con sus noches la empresa eléctrica frecuentaba los apagones debido a una crisis ocasionada por los cortes realizados por la misma empresa.
Para colmo de desgracias, la creciente de los ríos Itaya, Amazonas y Nanay, adelantó sus relojes y las aguas cruzadas o mezcladas o teñidas arribaron hasta el otro lado de la Plaza de Armas. De manera que un día tan importante paso de largo, pasó sin dejar nada, pasó y se fue para volver el año que viene, si es que no nos vamos antes con nuestro fandango. Lo grave es que hasta el cierre de esta crónica sigue el apagón, no hay agua, ni de malva, la basura abunda más que hace poco y la creciente sigue avanzando como si la merma no existiera.