PETRÓLEO, CONTAMINACIÓN, DINERO Y FIN DEL MUNDO:
La onda expansiva de la guerra alcanza mucho más allá del campo de batalla. En el distrito de Parinari, a unos 100 Km. de Saramurillo, distrito de Urarinas, provincia y región Loreto, una dirigente mujer es coaccionada para participar en el paro. Los rumores, que nunca son ingenuos ni inocentes, tratan de canalizar la opinión pública y es tal la coerción que es difícil sustraerse a ella. Sin embargo, otro grupo le presiona para que no participe. Los niveles de stress están disparados. De igual manera sucede también en el distrito de Urarinas. Pero no son los únicos. El resto de participantes de los ríos Pastaza, Tigre, Corrientes y Chambira están pendientes de Saramurillo. La tensión es máxima. El desenlace está por escribir. Los actores son múltiples y no hay soluciones precocinadas. Las buenas intenciones no siempre son buenas consejeras, por no recordar aquello que “el infierno está empedrado de buenas intenciones”.
DE AQUELLOS POLVOS VIENEN ESTOS LODOS
En estos momentos, Saramurillo no es únicamente un punto en el Marañón. En esta comunidad nativa kukama hay personas de todos los ríos afectados por la actividad petrolera. Para comprender los hechos hay que tener en cuenta varias cuestiones: algunos dirigentes han sido encarcelados por defender sus derechos, y fueron absueltos de los cargos que les imputaron; los territorios indígenas han sido fuertemente impactados; el Estado dejó la actividad petrolera en manos de las compañías y a éstas sólo les interesaba extraer petróleo, no les importaba la rabia que se iba incubando; las negociaciones por el lote 192 han sido insatisfactorias; ya no es suficiente que les “den cosas”, ahora exigen una actividad petrolera en otras condiciones; quieren ser interlocutores de igual a igual. No seamos ingenuos: las petroleras han influido poderosamente en las leyes peruanas y en que no se cumplan, se han sentido superiores al Estado peruano que ha pactado en los términos dictados por las petroleras.
La crisis de Saramurillo visualiza un gran fracaso de la política, comprendida ésta como el interés por “el bien común”. Los indígenas exigen una ley de monitoreo ambiental, algo absolutamente justo. Perú no tiene una ley de límites máximos permisibles de determinados metales pesados, lo cual permite a las petroleras campar a sus anchas. Si se privilegia los intereses de los grandes y no se legisla, el resto de performance que pueda realizar el Congreso no sirve para nada. De manera similar sucede con el Ejecutivo. El gobierno anterior priorizó la refinería de Talara, sin tener en cuenta el estado real del Oleoducto Nor-peruano. Hace poco se llegó a un acuerdo con Ecuador para que pueda utilizar dicho Oleoducto. Estas decisiones afectan extraordinariamente estos territorios indígenas por lo que supone de continuar con la actividad petrolera. Escuchamos a los indígenas que, en estas condiciones, no están dispuestos a que prosiga la extracción de petróleo. No se les ha preguntado. Es preciso definir qué significa “interés nacional”, cuando a los indígenas les queda metales pesados en la sangre (Corrientes, Cuninico…). Qué decir del poder judicial. 40 años de actividad petrolera y no hay sentencias firmes por esta actividad que, como todos sabemos, ha sido irresponsable. Los únicos que han pasado por la cárcel son los indígenas: caso Andoas.
Pero no echemos balones fuera. No hay discusión sobre el modelo energético. Estos temas nunca entran en las campañas políticas. Una ciudad como Iquitos está ajena a lo que sucede en Saramurillo. Sin embargo, la región Loreto depende del “canon petrolero”: esa anestesia que ha distorsionado, cuando no cegado, la mirada sobre lo que está sucediendo. La distribución de la riqueza es injusta. No se puede depender del canon, porque cuando cae la actividad petrolera tenemos una región ahogada económicamente. El dogma del canon y sobrecanon, que nos machaca el Estado, no corresponde al relato de la población. Más tarea para el Congreso: somos ciudadanos, no participantes en “los beneficios” de la actividad petrolera. Los municipios y el gobierno regional no saben lo que sucede, ni lo que está en juego. En fin, que no existe un verdadero interés por “el bien común”.
Es tiempo de conversar. No somos ingenuos, sabemos la dificultad que entraña. Palabras como “diálogo” están cargadas culturalmente, además de reflejar ‘asimetrías de poder’, si no se tienen en cuenta. El desafío que lanza Saramurillo es de tal envergadura que merece la pena ser tomado en cuenta. Una solución que implique desmovilización pero, no ataje los graves problemas existentes, se volverá en contra. Este movimiento es imparable, es mejor tomarlo en serio. Estudiarlo detenidamente, hacer propuestas que despejen las nebulosas todavía existentes, generar confianza y, sobre todo, tratar a los indígenas como ‘nuestros iguales’, con capacidad para negociar conforme a sus intereses.
LA IMPORTANCIA DEL DINERO
En todas las discusiones aparece agazapado el tema del dinero, así que es mejor abordarlo, aunque sea brevemente. El programa gubernamental Juntos lleva años repartiendo dinero en la zona. ¿Ha servido para algo? Nosotros creemos que sí, para una mayor intensidad en la penetración de mercancías. Ya desde antes, la actividad petrolera venía repartiendo dinero en determinados lugares como Trompeteros y Saramuro, fundamentalmente, pero no solo. El programa Juntos, aunque en cantidades pequeñas, lo ha distribuido a la mayoría de las comunidades. Lo cierto es que es difícil vivir en este mundo sin contar con dinero. La gasolina, los celulares y las televisiones, por citar algunos ejemplos, están regados por todas las comunidades. Maldecir o demonizar el dinero, aparte de no servir para nada, implica suspender la reflexión, algo a lo que no estamos dispuestos.
Es interesante seguir el uso del dinero que se lleva a cabo en la zona, aunque excede esta nota. Se compra un artefacto (frigorífico, DVD, equipo de sonido…) para disfrutarlo y como garantía contra las dificultades. Si se enferma mi hijo, puedo vender el artefacto y conseguir dinero efectivo que necesito para la medicina (occidental o vegetal). A nadie debe escapársele el atractivo que suponen los artefactos occidentales en pueblos indígenas, que después son utilizados al modo indígena. Quede este cabo suelto que algún momento habrá que retomar.
Prosigamos. De vez en cuando, escuchamos despectivamente que los nativos buscan dinero. Este tipo de comentarios traslucen, al menos, discriminación y romanticismo. Discriminación porque detrás está la idea de que los nativos no necesitan dinero. O que si tienen dinero no son realmente nativos. Esto no solo nos parece perjudicial sino deshonesto. Utilizan el dinero para seguir siendo nativos en este siglo XXI. Romanticismo, ya no son indígenas, antes sí que lo eran. Seguimos buscando al “buen salvaje”, no contaminado, no relacionado con el mundo actual. Esa entelequia no existe. Ya hace años que Said abordó el tema del “orientalismo” y la construcción de Oriente por los occidentales.
“CONTAMINACION Y FIN DEL MUNDO”
En el Marañón se ha ido introduciendo un nuevo término en los últimos 20 años: “contaminación”. Se usa frecuentemente, aunque el significado sea ‘difuso’. Los profesores lo han ido asociando a la basura; los activistas a la explotación petrolera, minera, basura… Lo cierto es que la misma palabra genera malestar. No se comprende muy bien lo que significa, pero el contexto sugiere que es algo peligroso, molesto, dañino.
Los kukama no tienen una palabra que defina esta nueva situación en su idioma. Suponemos que otros pueblos indígenas tampoco tienen concepto, como mucho la habrán incorporado como préstamo. Para pueblos indígenas se da una estrecha relación entre comportamiento y cosmología. Cuando hay demasiado mal en el mundo, excesivo ruido y faltan los recursos naturales el desenlace no es el cambio climático o el deterioro ambiental, sino que se “voltea el mundo”: surgen las ideas milenaristas y lo que los occidentales llamamos “fin del mundo” que, en realidad, no es fin del mundo. Para el caso kukama, lo que sucede es que el mundo “se voltea”: los que habitamos en la tierra pasamos a vivir debajo del agua y los yacuruna -karuara-, que moran dentro del agua, pasan a habitar en la tierra y comienza un nuevo ciclo. No es un fin del mundo, sino una transformación y regeneración del mismo.
LAS TORPEZAS DEL ESTADO
Hay municipios en la zona. Pero los municipios son instancias administrativas que no cumplen su rol político de buscar el bien común. Son manipulados por “asesores” de la ciudad que terminan tirándose la plata en cuestiones banales. Tanto es así que desconocen el tema, aunque se plieguen a última hora, pero continúan sin saber de qué se trata.
Hay escuelas y profesores. Pese a que ahora los profesores ya están titulados no ha mejorado lo suficiente la educación. El ausentismo laboral es alto. La interculturalidad no aterriza en las aulas y se necesitaría una mayor inversión en el sector. Por poner un ejemplo: los profesores señalan que la contaminación se debe únicamente a la basura.
Centros y postas de salud. Existen varios. Pero el personal que trabaja en estos espacios desconoce lo más mínimo de pueblos indígenas. Se quedan perplejos cuando una persona acude por un dolor de cabeza originado por utilizar la ropa de otra persona. No tienen herramientas para comprender que la ropa de otra persona enajena a quien no es su dueño.
Jueces letrados. Llegan a la zona e intervienen desconociendo las costumbres locales. Son, además, utilizados para hostilizar a los enemigos. Es una manera nueva de manejar la brujería. Y los jueces, que desconocen estas dinámicas, permanecen ajenos al lugar, con ganas de salir cuanto antes a la ciudad.
En otras palabras: los profesionales que salen de nuestras universidades tienen únicamente una visión occidental que no les sirve para cuando trabajan en pueblos indígenas. Desconocen lo más mínimo y, en lugar de ayudar, generan dificultades. Es urgente que los profesionales que salen de nuestras universidades tengan una visión intercultural. Es conveniente que los funcionarios estatales, de todos los estamentos, comprendan lo que sucede y tengan una visión positiva de pueblos indígenas que nos permita comprendernos entre todos.
PRESIÓN SOBRE EL ESTADO
Es hora de ir concluyendo. ¿Por qué se dirige ahora la presión sobre el Estado? Cuando las compañías petroleras estaban en una mayor actividad, el Estado –irresponsablemente- se desentendió de las comunidades. Y si las petroleras querían trabajar, tenían que realizar “concesiones” a las comunidades. A las petroleras les daba igual lo que solicitaran las comunidades, se lo entregaban. Su pretensión era continuar trabajando. En los últimos años, el Estado ha ido apareciendo tímidamente. Con la caída del precio del petróleo y la disminución de la actividad petrolera se recrudecen las quejas hacia el Estado. Y el Estado, que ha permanecido dormido todos estos años, no sabe qué hacer ni cómo resolver la situación. ¡Lamentable! Si hubieran cobrado más impuestos a las petroleras, cuidado el medio ambiente, exigido una remediación efectiva y siendo estrictos con las normas, ahora tendrían herramientas para manejar un conflicto que se va a ir agudizando. Si el Estado continúa, con su incapacidad de comprender la situación, las consecuencias serán imprevisibles. Estamos ante un desafío mayúsculo, necesitamos estar a la altura de las circunstancias. Y los pueblos indígenas terminarán ganando el desafío. Confiamos que no haya muertes de por medio y evitar todo sufrimiento innecesario por retardar una solución del todo justa. No debemos tener miedo a la verdad, una verdad que sea fruto de la justicia. Una Comisión de la Verdad para los más de 40 años de actividad petrolera es del todo justa y necesaria. (Manolo Berjón / Miguel Ángel Cadenas – lacandeladelojo.blogspot.pe)