En el vasto mundo de los deportes surgió aquella vez una nueva disciplina que consistía en jugar con la cabeza con una pelota en una mesa pequeña parecida a una mesa de ping pong. El deporte nació en Alemania y su nombre en castellano podría ser juego de cabeceadores, pues los contrincantes son solo dos personas debidamente provistos de una buena y fulminante mitra. El deporte parecía un pasatiempo tedioso, un desvarío de una sociedad del primer mundo, hasta que arribó al Perú.
En el país incaico, donde la tradición del cabezazo es vasta y proteica, el juego cabeceador sentó sus reales y de la noche a la mañana se convirtió en un deporte de masas. Era común que el que menos sacara de improviso su mesa del comedor a la calle y se enfrascara en tremendos partidos a cabeza limpia. La competencia de testa contra testa, siguiendo la dirección y el ritmo de una móvil pelota era ya el deporte nacional cuando apareció el campeonato mundial de dicha disciplina. Los peruanos peloteros, eliminados de tantas copas mundiales, de las copas libertadores y de cuanta competencia hubiera a nivel internacional, encontraron la ocasión de resarcirse de tantas derrotas anteriores.
El deporte de los cabeceadores viene ahora conovocando a los mejores en el genero y la especie, esperando armar un equipo de primer nivel que luego de tremendos partidos se agencia del primer lugar en la contienda que se avecina. Para los mitreros, conocidos personajes que no han dejado de zamparse muchas cosas con varios cuentos es un desafío ganar en la próxima justa universal donde participaran los más grandes cabeceadores de toda la tierra. El sufrido publico peruano espera que sus competidores se pulan y gracias a sus cabezas se impongan a resto de rivales para así alcanzar siquiera un título a nivel mundial.