Nazareth, una de las comunidades afectadas por el reciente derrame de PetroPerú, sigue olvidada por el Estado a casi un mes del desastre. Y una oferta de dinero que la petrolera aún no puede aclarar dejará un problema de salud pública prácticamente irreversible. Esta es su historia, contada desde Bagua, Amazonas.
Los padres de Osman no sabían dónde estaban sus hijos hasta que los vieron regresar cubiertos de petróleo.
Ocurrió el 10 de febrero pasado. El día anterior, una lluvia torrencial había roto la represa que contenía el petróleo. Dos semanas antes, el 25 de enero, una fisura en el oleoducto Norperuano –operado por la estatal PetroPerú– había provocado un derrame de dos mil barriles a la atura del kilómetro 440 del ramal norte, en Imaza, provincia de Bagua, región Amazonas.
Osman tiene 12 años y vive en Nazareth, una comunidad nativa awajún situada a 15 minutos en moto de la localidad de Chiriaco, en Imaza. Sus dos mil habitantes viven de la pesca y la agricultura. Las familias poseen chacras donde cultivan yuca, plátano y cacao, tanto para autoconsumo como para la venta. Su principal vía de comercio con otras comunidades es a través del río Chiriaco, que desemboca en el Marañón.
El rebalse de la represa del 25 de enero hizo que el petróleo llegara a la quebrada Inayo, que se conecta con el río Chiriaco. Por las lluvias, el nivel del río Chiriaco subió e inundó varias de las chacras. Los cultivos de la localidad quedaron cubiertos por el agua con el crudo.
Osman recuerda que dos ingenieros de PetroPerú llegaron a la comunidad en una camioneta para avisar a algunos comuneros que iban a pagarles por recoger el crudo. No indicaron quiénes podían hacerlo ni entregaron trajes especiales. La noticia comenzó a correr en Nazareth y en unos instantes, hombres, mujeres y niños fueron al río con recipientes para sacar todo el petróleo que pudieran. Osman fue junto con sus tres hermanos.
El olor los mareó y les comenzó a doler la cabeza, pero la ilusión por el dinero prometido los hizo continuar. Segundo, su hermanito de tres años, fue el primero en rendirse y regresar a casa. Tenía los brazos y piernas manchadas con petróleo. Osman siguió hasta el anochecer. Cuando estaba regresando a su casa –cubierto de petróleo y con medio balde lleno– una vecina lo vio y le tomó una fotografía. Es la que circuló luego por las redes sociales y permitió que el país sepa sobre esta tragedia.
Hoy, Osman tiene sarpullidos y verrugas en las piernas, y ronchas en el brazo. Su hermano Omar sufre dolores de cabeza y diarrea. Al igual que ellos, varios niños y niñas comenzaron a sentirse mal luego de haber participado en la recolección de petróleo. En una asamblea que se realizó el pasado 18 de febrero, la comunidad de Nazareth escribió un comunicado dirigido a diversas autoridades, desde el Presidente de la República, el Defensor del Pueblo y el ministro de Salud, en el cual expresaron su preocupación por la contaminación y pidieron atención inmediata. El comunicado, al cual Número Zero tuvo acceso, incluía una lista con los nombres de todos los niños que se encontraban mal de salud luego de haber recogido el crudo. Eran más de 60, solo en esa comunidad.
Yolanda Yampis, madre de familia, no estuvo en la comunidad cuando sucedió este hecho. Al principio, cuando se enteró de que sus hijos habían participado, no le dio importancia. Ahora, gran parte de los niños están enfermos y los suyos tienen dolor de cabeza y tos seca. “No sé a dónde llevarlos. Si fuera una gripe, ya es conocido. Pero no es así. No sé qué darles”, se lamenta.
“Un día después [jueves 11 de febrero] llegaron los ingenieros. A él le dieron solo dos soles”, señala Jaime Cuñachí, papá de Osman. Dos soles equivalen a cerca de 60 centavos de dólar. Su hijo también corrobora que le dieron solo esa cantidad por su medio balde, cuando él había escuchado que darían 200 soles por uno lleno.
— A mí me lo compraron por dos soles —señala Osman.
— ¿Recibiste los soles de las manos de los ingenieros de PetroPerú?
— Sí.
Sus amigos, que también estuvieron juntando petróleo, lo secundan.
“Estuve recogiendo en un balde chiquito con mi mano. Toda la noche me quedé, regresé a mi casa. Un balde lleno. Me pagaron 3 soles por eso”, cuenta un amigo de Osman.
Juan José Beteta, jefe de prensa de PetroPerú, rechazó la versión de los pobladores. “Nosotros no contratamos directamente al personal (…) Que muestren los papeles, que muestren dónde están los pagos, los recibos y las firmas de los ingenieros”, declaró a Número Zero.
¿Un recibo firmado por un monto de dos soles? Es la explicación de la petrolera.
El propio presidente del directorio de PetroPerú, Germán Velásquez, negó enfáticamente que se haya pagado a niños para retirar el petróleo. “La orden primera que se da dentro del protocolo de acción frente a eventos de esta naturaleza es esa: ningún niño debe participar de esta tarea”, señaló en Radio Programas del Perú. Confrontado con las imágenes compartidas a través de las redes sociales, explicó escuetamente: “El día nueve, de las lluvias torrenciales, ahí es donde se pueden haber ensuciado los niños”.
El 18 de febrero, Número Zero estuvo presente en Nazareth cuando dos hombres con camisas de PetroPerú llegaron en una camioneta a la comunidad. Buscaban al apu (dirigente indígena). Al no encontrarlo, se retiraron. Algunas de las fotos tomadas en dicha visita fueron mostradas a Osman y otros niños. Uno de éstos, amigo de Osman, reconoció a uno de los hombres.
— ¡Él vino a pagarnos, a todos! ¡El pelado, él nos pagó! -exclama.
— ¿Les indicó que era peligroso para ustedes y que ya no recogieran petróleo?
— No, no nos dijo nada. Solo nos pagó y se fue.
Ausencia y negligencia
Al 20 de febrero, aún hay rastros de petróleo en las chacras de Nazareth. Los cultivos y las riberas han sido reemplazados por charcos de hidrocarburo. “Ya no podemos vender ese pescado, tiene olor a petróleo”, comenta Juan Kayap, quien ahora no sabe cómo sustituirá los ingresos que obtenía con la venta de lo que pescaba.
Américo Taijín tiene la misma preocupación sobre sus cultivos, ya que su chacra fue una de las inundadas. Por ahora no los vende por miedo a que estén contaminados. Pero sabe que cuando le falte dinero tendrá que hacerlo. “Yo igual como lo que saco. Si está con petróleo, ¿qué puedo hacer?”, confiesa con resignación.
Lo ocurrido en Nazareth se repite en menor y mayor grado en las comunidades de Puerto Pakui, Inayo, Pakun, Wachapea, Chiriaco, La Curva, Umukai, todas ellas comunidades ribereñas. Una banda negra de unos 70 centímetros sobre el río, en unas partes más notoria que en otras, se extiende por las orillas del río Chiriaco, un importante afluente del Marañón. Se han eliminado las trazas en el río, pero no el petróleo que se ha desplazado hacia sus orillas.
En la comunidad de Wachapea, situada frente a Chiriaco, a cinco kilómetros del derrame, sus habitantes solo se están alimentando con plátano, arroz y huevo. El pescado, elemento principal de su dieta, ha desaparecido. Aquí PetroPerú ha entregado kits de salud, pero no de alimentos. “Solo nos ha dado kits con medicinas para el dolor de cabeza y las heridas”, comenta Lucio Roca, apu de la comunidad.
El día que el río Chiriaco subió, varios comuneros fueron a recoger petróleo y mancharon las chacras que estaban en la orilla. Samuel Tibip, agricultor de Wachapea, fue uno de los afectados. Dos barriles de petróleo, ahora vacíos, están en medio de su chacra. Tibip entiende que los comuneros, por la prisa y la necesidad, no se dieron cuenta de lo que hacían, pero ahora no sabe qué enfermedad podría contraer al comer sus cultivos. “El ingeniero de PetroPerú dijo que iba a limpiar las plantas manchadas. Hasta ahora no han venido”, cuenta.
“Las personas expuestas al petróleo, como sucedió en Chiriaco, pueden desarrollar diversas afectaciones. Desde irritación en la piel, complicaciones estomacales o mal funcionamiento del hígado. Probablemente desarrollen [en el corto plazo] inflamaciones, sarpullidos; si se llevan la mano a la boca, les afectará el estómago”, explica Raúl Loayza, biólogo especialista en Ecotoxicología de la Universidad Peruana Cayetano Heredia.
El petróleo puede ingresar al organismo humano al contacto con la piel. También a través del agua o alimentos contaminados. “Cuando uno ingiere el petróleo, estas moléculas se alojan en nuestro tejido graso. Como no se diluye en agua, difícilmente el cuerpo puede excretarlo en la orina. Entonces permanece mucho tiempo en el organismo, lo que es peligroso (…) El efecto que tiene en el organismo es que a largo plazo, el cuerpo va a empezar a funcionar de manera errática”, indica Loayza.
La semana pasada, el ministro de salud, Aníbal Velásquez, visitó Chiriaco llevando un lote de kits de salud y bidones de agua potable.
Sin embargo, en Nazareth nadie lo ha visto.
Hasta el viernes 19 de febrero, ningún representante de PetroPerú tampoco ha ido a Nazareth a explicar cuáles son los efectos del petróleo para su salud ni qué cuidados deben tener los que se han expuesto a este elemento. Por Rosa Laura (Bagua).