El demorado mandatario
El retirado comandante Ollanta Humala no colgó sus prendas de atleta mañanero, de saludable corredor callejero, y en Iquitos trotó y corrió como se esperaba. Los amantes de los ejercicios físicos de estos ocasos, aunque no conocemos a ninguno que haga maratón por las mañanas pajarinas después de exaltada huasca, debieron sentirse satisfechos por aquello de mente sana en cuerpo sano. Es posible que el ejercicio del presidente peruano fue más arduo y más intenso debido al caos alcantarillista o al desorden del tráfico vehicular y sus horrendos cascos o al incesante ruido por todas partes. Como quiera que haya sido, lo que cuenta entonces es que hizo bien en venir a firmar la anunciada derogación de la abusiva ley Corina.
Esa acción nos parece un gesto digno, puntual, que revela que el presidente nacional respeta su propia legalidad. Otra cosa que nos parece bien es la preocupación por el barrio o distrito de Belén. Nos parece bien la visita a la zona fronteriza. Y, por último, nos parece bien la promesa de venir en otro momento para coordinar acciones con varios sectores para la buena marcha de las cosas. Estamos a punto de pedir un par de aplausos, pese a que no acostumbramos pasar la franela, para la inesperada visita gubernamental, cuando recordamos que las cosas no andan tan bien en el estricto orden administrativo.
El actual mandatario peruano puede correr a la velocidad que quiera en las mañanas, puede devorar distancias abrumadoras con su trote, pero se demora una eternidad en nombrar a los hombres y mujeres que en Loreto bailarán al ritmo de la inclusión. No tiene funcionarios de fuste todavía. Las cabezas visibles del humalismo, trotadores o no, brillan por su ausencia. Nadie sabe quién será, por ejemplo, el director cultural y qué política de cambio e inclusión llevará a cabo. En cualquier competencia atlética el tiempo cuenta. En política, más que en ninguna otra actividad, el tiempo no se puede desperdiciar.