La repentina elección de un tierno y piante pollito como árbitro de fútbol fue un suceso nada grato en Iquitos. Una vez terminadas las elecciones el pobre animal dejó de ser usado como símbolo de campaña. Pero no pudo descansar en su galpón o corral. De pronto una mañana ardiente, no tanto por el sol sino por la rabia de los ciudadanos ante tantos desastres eternos como la basura permanente, apareció el inocente pollito vestido con su quepí y con un silbato amarrado a su pico. Unos malvados ciudadanos, en sus intentos de reformar el referato local, pretendían que el animalito arbitrara un partido de pelota.
Los malvados ciudadanos no quisieron dejarle en paz pese a los reclamos de las entidades dedicadas a defender los derechos de esos seres marginados. Y, sin haber aprendido antes el arte de dominar a los animales, trataron de enseñarle a cobrar faltas, sancionar penales y dar por finalizado el partido. Tanto fue el cántaro de la burla al agua que el pobre pollito estiró las patas. Desde todas partes, desde los colectivos que se dedicaban a defender la vida y la obra de los animales, vino la campaña feroz no solo contra los responsables de acto tan protervo, sino contra la misma ciudad que nada para evitar esa barbarie. La actriz Brigitte Bardot fue la más encarnizada en exigir un castigo ejemplar a semejantes energúmenos o iquitenses.
Los iquitenses tuvieron que huir cuando la presión internacional hizo que el ministro de justicia interviniera personalmente esa ciudad perversa. Cuando el ministro entró por la retaguardia a Iquitos, no encontró a nadie. Solo estaba el pobre pollito con su quepí y su silbato. Eso era todo, y no se trataba de maldad sino de estupidez. Porque tanto abuso fue ocasionado por el terrible ruido que afectaba a esa ciudad que desapareció hace tiempo.