EL CORRAL SOLITARIO
En el alboroto de la protesta social de estos días, de algunas acciones frentistas que tratan de resucitar a ese colectivo, de la indiscriminada degollina de plumíferas por la parranda sanjuanina, el corral se quedó vacío. La noticia pasó desapercibida en medio de tanto caos y de tanta verborrea. Pero ese lugar quedó vacío de socios o amigos, de acompañantes coyunturales, de cacareantes compañeros de ruta o de elecciones. En las madrugadas que se vienen, aparte de sus funciones normales en el gallinero, el señor Jorge Mera Ramírez tendrá que agitar sus alas y cantar solo. Tendrá, también, que jaranearse sin nadie más a su costado.
Lo que en buen romance quiere decir que tendrá que participar solo y coleando en las elecciones que se vienen. En sus alianzas o juntas o asociaciones, el líder de la gallería local, del galponismo de estos predios, no supo sumar. Dos más dos no fueron cuatro, sino todo lo contrario. Lo cual no es una anécdota solamente. Porque revela la incapacidad nacional o regional de arribar a un acuerdo, de sostener un pacto, de respetar las diferencias. Porque nos devuelve a las viejas lemas de salvación gracias a la providencial acción de un caudillo. ¿Cuántas rupturas han ocurrido en los últimos años en esta zona de verdes colinas y aguas de colonia?
El corral solitario, con o sin gallinas adentro, abundante o huérfano de pollos piantes, lleno o vacío de huevos del lugar, nos devuelve a los tristes archipiélagos del ayer. A las cofradías que se creían dueñas de la verdad. A las panacas que decidieron los destinos locales de acuerdo a sus intereses. Esa historia todavía no termina. Nada que hacer. La política es un asunto de llaneros solitarios. No se puede confiar en los acuerdos de gobernabilidad, en suma de voluntades para levantar una plataforma común que el correr de los años no desfigure.