El colectivo ecológico unapense, conformado por profesores, trabajadores y alumnos, decidió limpiar un sector de la ciudad como una contribución contra la abundancia de desperdicios. El lugar elegido fue el Mercado de Productores y sus contornos sucios. La actividad no fue fácil pues la abundancia de basura acumulada, desde tiempos prehistóricos, hizo más ardua la labor de baja policía. De todas maneras la faena fue meritoria y ello hizo que desde diferentes partes de la ciudad ese colectivo fuera invitado a realizar labores de aseo.
Fue así como ese colectivo no tuvo descanso ni de día ni de noche, pues había tanto que limpiar que el descanso era algo impensado. En poco tiempo, el grupo universitario superó a los alcaldes y empresarios encargados de cobrar por no limpiar, y la urbe pronto adquirió un perfil aseado y limpio. Era increíble la eficacia de esas personas que tomaron al toro por las astas. El colectivo pudo descansar después de mucho tiempo y la ciudad fue otra donde era imposible encontrar señales de que había sido una de las ciudades más sucias de la tierra. Pero la dicha no duró mucho tiempo.
A alguien del eficaz colectivo se le ocurrió presentar su candidatura a un puesto público, como aprovechando el éxito conseguido, como beneficiándose del fin de los desperdicios. Eso hizo que la unidad de ese colectivo se rompiera por los cuatro costados. Otros del mismo grupo se opusieron a la campaña electoral, algunos también presentaron sus candidaturas y todo fue caos. Poco tiempo después, la basura ambiente volvió a convertirse en el mayor de los problemas de la ciudad de Iquitos. Los esfuerzos por limpiar la ciudad regresaron a lo antes. Es decir, se volvieron estériles. No hubo manera de resucitar al colectivo eficaz y las gentes vivieron recordando al colectivo unapense que alguna vez mantuvo limpia la bella ciudad perdida.