EL CIUDADANO INVENCIBLE
Es muy posible que si el señor José Ñique Quispe Rodríguez fuera pelotero, hace tiempo que estaríamos en el mundial de fútbol. El aludido es un peruano laborioso, emprendedor y que jamás se rinde. Donde quiera que se encuentre, bajo la lluvia o ante el ardoroso sol, dentro o fuera de su capucha, gusta quemar el último cartucho. Y, pese a que en estos tiempos anda por la cárcel, acaba de generar la fortuna de más de cuatro millones de dólares y más de cuatro millones de euros. Ante tanto dinero cualquiera bailaría ante la música del gato guitarrero. El único inconveniente es que al final de la parranda, el bailarín se enteraría de que tanto billete es falso.
Desde su oprobiosa celda, sin su imprenta compañera, sin sus planchas letales, sin nada a la mano, el empecinado señor sigue en lo mismo. No ha renunciado a su ser más hondo, ni se ha reconvertido entre las cuatro esquinas. Es invencible y así contribuye a que nuestro gran país no pierda la punta de la tabla, no descienda del primer lugar en el mundo en el rubro de la falsificación de dinero. Primer lugar en lo malo. Eso también es nuestro país y no solo las cifras en azul, las inversiones que llegan, las exportaciones que se van y generan divisas.
El señor de la cárcel que sigue falsificando es parte de nuestra zona oscura, de nuestra alcantarilla colectiva. Pero es una pena que tan porfiado profesional, tan hábil ciudadano, no haya nacido con el don de manejar a la de cuero. Ya estaríamos en Brasil, clasificados con gente como ese peruano invencible. Es una pena que el señor Quispe Rodríguez emplee sus grandes cualidades en rubro tan penoso. Es una desgracia que desperdicie tanta habilidad, garra, pundonor y demás méritos, en el delito.