El carnaval de siempre

En la manía de citas, reuniones, cónclaves,  nuestras respetables y dignas autoridades no tienen pierde. Jamás de los jamases. Ganan siempre debido al entusiasmo, el vigor, el vitalismo y la energía con que acuden a tantos encuentros que se establecen en la ciudad. Pero, curiosamente, suelen reunirse cada vez que hay que preparar una fiesta oficial o patronal, una celebración estampada en el calendario, una parranda de padre y señor mío. Aunque parezca mentira. Parecen sentirse mejor diseñando la estrategia para vacilarse mejor, para sacarle el jugo a la diversión, como si eso realmente fuera parte de los programas de gobierno o parte de la función de un verdadero estadista, que se supone es parte de la personalidad de los que nos gobiernan.

Es casi imposible que nuestras autoridades suelten esa oportunidad de alegrarse, de echar las aguas, de demostrar que la vida es un carnaval, según frase poderosa  que el doctor Alan García Pérez hizo suya como un emblema de campaña que le llevó al poder. Efectivamente, la vida es un carnaval. Pero en Febrero. Solo que entre nosotros su espíritu aguerrido se extiende hacia todos los meses del año. En anterior editorial dijimos eso, pensando en los hechos burlescos de la sociedad en general y no nos habíamos fijado en esas reuniones ruidosas para preparar cualquier fiesta.

No estamos, como es de suponer, en contra de la diversión. Nos gustaría bailar de lunes al otro domingo, jaranearnos las 24 horas del día y de la noche, beber los 365 días del año. Pero eso no es posible sobre todo en sociedades donde hay tanto que hacer. Estamos mal en tantas cosas y un paso importante sería armar citas, reuniones, para unir fuerzas y luchar contra las deficiencias. Una cita importante sería, por ejemplo, cómo acabar con la lacra del embarazo adolescente que desde hace diez años conspira contra nosotros mismos. Otra cita fundamental sería ver cómo se hace para que los libros malos, ese negocio ruin, sigan envenenando a nuestros estudiantes de ambos sexos que no pueden salir del último lugar en comprensión de texto. Así sucesivamente.