Percy Vílchez Vela
En la esquina de las calles Arica con Morona hay ahora un hombre vestido con harapos que pide limosna a grandes voces. Desde el amanecer hasta el atardecer se posesiona de ese lugar y hay momentos en que se pone cargoso y persigue a los paseantes para que le inviten a comer. Luego se calma y se pone a gritar extrañas consignas. Nadie sospecharía que ese pordiosero cotidiano, ese mendigo diario, no es cualquier cosa. Es un antiguo candidato que perdió el rumbo por vender sus cosas para solventar los gastos de su búsqueda del poder.
En la campaña política del pasado 2018 el candidato Santiago Rivas decidió un buen día vender sus pertenencias, vender lo que tenía a la mano, para tener plata e invertirlo en su carrera hacia el gobierno regional. Era por entonces acciopopulista y las primeras ventas de sus cuadros le entusiasmaron tanto que decidió deshacerse de las otras cosas que tenía. Las ganancias que obtenía le permitieron avanzar en las encuestas. Eso le entusiasmo tanto que decidió rematar sus últimas cosas, incluyendo su misma casa.
En el mejor momento de la ilusión, en la cumbre de su sueño dorado, el citado estaba seguro de que iba a alcanzar el poder buscado. No se le ocurrió que ese poder podía escaparse de sus manos y se la jugó el todo por el todo. Por eso no vaciló en vender lo último que le quedaba y que era su cama. Después sucedió que el resultado final no le favoreció y él se dio cuenta que estaba en la ruina. No pudo recuperar lo que vendió, ni logró que el partido de la pala le ayudara en aquel momento dramático. Estaba perdido y abandonado y lo único que le quedó para salvarse era pedir limosna.