Lo crucial para que una persona salga adelante a pesar de tener muchas dificultades es que conozca sus problemas internos y los supere, es decir, los desequilibrios mentales como depresión, inseguridad, ansiedad, estrés, descontrol de las emociones, insociabilidad y más, ser tratados adecuadamente por especialistas y modificarlos por conductas más acordes a la dinámica social. Sin embargo, cuánticamente, siempre hay variedad de fórmulas para llegar al cielo maslowniano de la autorrealización. Javier Padilla, Salomón Puentes y Joaquín Torres practican una matemática particular, poco usada pero más consecuente con el destino incierto y polémico de la raza humana después de la vida mortal. Incierto, porque nadie sabe qué pasará y polémico, porque todos creen saber lo que pasará, ya sea con fuego y azufre para unos; vino tinto y siete mujeres para otros.
El veneno de la serpiente servirá como medicina de su propia mordedura. Padilla es egocéntrico, megalomaniaco y propenso al peligro; Torres con sus pensamientos trastornados después de tantos libros, artículos, avances científicos y virtuales para pasar más rápido sus horas de tratamiento en contra de su vicio – propenso a las apuestas, efecto de una familia interesante por sus tantas disfunciones- es bueno , paradójicamente, con las relaciones interpersonales; Puentes no sabe comunicarse pero la lealtad es innata en él, ansioso controlado con dosis de agresividad descontrolada, necesarias para la estabilidad de aquella amistad patológica en grados promedios. Conocían su propio talón débil y el de cada uno. Los dichos populares sobreviven al paso de las generaciones porque los autores de su permanencia fueron seres hábiles en las artes del conocimiento y la sabiduría; no obstante, es el pueblo quien les da significado según las experiencias y/o comentarios de la época. “Dime con quién andas y te diré quién eres”, “un cojo no puede ayudar a otro cojo, se caen”. Esa geometría de amigos que eran los tres, se mantiene unida después de década y media, no porque refuerzan sus debilidades sino porque estimulan de forma recíproca el descubrimiento de sus mejores representaciones. Javier tiene especie de magia gallarda para empoderarse frente a los demás, Torres es efectivo para establecer contactos con alianzas productivas como también con mujeres bellas y Puentes es demasiado eficaz para imponer respeto hacia los tres lobos con su metro 88 de trigueña estatura. Respeto que les es necesario debido a que, aparte de ser amigos, son socios de su aún joven Organización civil con fines sociales “Samarén”, nombre en honor al líder revolucionario amazónico. Cada uno tiene su propia actividad laboral-académica pero comparten la misma responsabilidad social, porque se toparon con la realidad que no es necesario dar importancia o prioridad a los puntos negros de la personalidad; todo lo opuesto, lo imprescindible es explotar las fortalezas y ser consecuentes con dicho objetivo. Al seguir esa fórmula, Padilla, Puentes y Torres andan integrando a sus características conductuales, ciertas particularidades positivas como el empeño, la constancia, y la actitud decidida a encontrar puertas de acceso hacia la Autorrealización, caminos de libertad donde la flaqueza se suplanta por columnas compuestas por visiones bien definidas. Mayor reconocimiento a los logros personales y menos autojuzgamiento de los pesares, hacen que la diosa Razón y el dios Emoción manifiesten su equilibrio en los hijos de la engreída Tierra.