La tragedia del árbol de Navidad que plantó el diario El Oriente frente a su local, es que no murió de pie. Murió arrasado. Era el 26 de enero de 1953 y el adorno pascual seguía allí, en la vía pública. La cena y los abrazos y todo lo demás ya habían pasado. Y a nadie se le ocurría que ese árbol sobraba, que era mejor desarmarlo y guardarlo para sacarlo después entre los panetones que se venían. Por algo ocurren siempre las cosas. Y ocurrieron como tragedia urbana y callejera cuando estalló el accidente de tránsito.
Ocurrió que un camión del servicio de baja policía apareció en el horizonte de las calles de antes. Es imposible saber si el chofer del mismo se durmió un segundo o falló en la maniobra del timón o no quiso frenar, pero la cuestión es que el vehículo arrasó con el pobre árbol plantado como un homenaje al nacimiento del Salvador. Nadie redimió al pobre árbol que tuvo que retirarse. La acción del camión en buena cuenta fue un asalto desalmado a un ejemplar que de alguna manera recordaba que la tupida selva estaba ante las narices de la ciudad y que entre las calles faltaban los árboles, como hasta ahora.