Los diarios deportivos avivan y delinean todos los días el mundo líquido, volátil en que nos movemos. Ese mundo que ha socavado el mundo rocoso. Lo horadan con cifras y récords que en dos días pasarán al olvido. Nadie las recuerda, pareciera que en el fondo esas noticias es para estimular la desmemoria, por ejemplo, cuando publicitan el gol más rápido, el portero menos batido, la defensa que encaja menos goles, o el entrenador que lee [como Pepe Guardiola que va de intelectual, con estética skin –cabeza rapada, y es nacionalista (cuando escucho esa palabra, nacionalista, no sé porque me acuerdo de Hitler y otros totalitarismos) es para reírse porque se nota a leguas que el pobre pata está fingiendo leer] entre otras sandeces. Pergeñan ese mundo de la individualidad que ha cercenado al ciudadano que buscaba el bien común, del respeto mutuo. Una muestra de ello son los programas donde la gente desnuda su vida íntima con lujo de detalles, necesita mostrar esa individualidad y el público escucharlo. Un ejemplo palpable se puede observar con los y las ciclistas (hombres y mujeres) montados en el caballo de fierro, les importa ir contra el sentido del tráfico, saltarse semáforos, no respetar a los peatones mientras conducen en la acera, se burlan de las reglas de tráfico y si les dices algo te pueden agredir, amén de los insultos a todos los ancestros, así son de agresivos. Tiene un eslogan y grafiti que mete miedo: Bike or die, realmente espeluznante. Ellos y ellas son primero, el resto de las personas que transitan por el mismo camino les importa un zapote o un caimito, con el perdón de estas sabrosas frutas tropicales. En Perú tenemos a esa patología del individualismo traducido a escalas peruleras, el o la alpinchista. Estos no creen en nadie salvo en ellos mismos. La vida pública ha sido colonizada por estos valores, desgraciadamente. Las combis y sus chóferes son vivo ejemplo de ese individualismo malsano. De ese mal uso de la libertad.
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