En la esquina de las calles Colonial y 28 de Julio hay ahora un depósito o almacén improvisado con el techo de palma, el cerco de madera y el piso de tierra. Todo aquel que arriba al lugar se sorprende al encontrar tantas calaminas y clavos como si se tratara de una ferretería incipiente. No es un negocio privado, sino es el sitio desde donde don Euler Hernández se dedica a regalar a manos llenas las calaminas y los clavos, justamente. Desde tempranas horas del día hasta las últimas horas de la noche, el burgomaestre se dedica a atender a las personas que hacen varias colas para recibir sus regalos. El alcalde ha dejado sus otras funciones consistoriales y sólo se dedica a eso.

El hecho de que cierta vez regaló 100 calaminas y varios kilos de clavos a unos moradores necesitados de vivienda  desencadenó una avalancha de personas hacia el municipio de Punchana. Eran los que no tenían terminada la casa y que querían sus clavos y sus calaminas. Se sentían con derecho a una donación de parte del alcalde que perdía mucho de su tiempo en hacer regalos como si fuera un bodeguero o un papa Noel permanente y en funciones. Cualquier cosa u objeto particular era embarcado en la oferta regalona y ese destino corrieron las calaminas y los clavos.

Cuando don Euler Hernández quiso dejar de regalar las calaminas y los clavos, porque se le había acabado la remesa que había conseguido,  incontables personas le hicieron marchas enconadas para que siguiera regalando esos materiales de construcción. Luego una avalancha de personas arribó hasta el local del municipio de Punchana, pidiendo sus calaminas y clavos. El alud era tan  intenso que el burgomaestre decidió abrir un lugar como depósito para seguir en lo mismo.  A partir de allí su vida cambió tanto y solo se dedicó a atender  el almacén.