La suma de 296 millones, elevada cifra para realizar las elecciones generales del 2016, era un exceso, un abuso, una mala inversión. Los políticos de todo pelaje no merecían que se gastara tanto en ellos para que después tomaran la urbe del poder en beneficio propio. Un colectivo de ciudadanos apareció de improviso para oponerse a ese gasto, sugiriendo que ese dinero se inviertiera mejor en la erradicación de la pobreza. Luego aparecieron otras voces que sugirieron que las elecciones se realicen en lugares públicos mediante mano alzada, omitiendo a los miembros de mesa, la cámara secreta, la cédula de votación y las actas de sufragio. Es decir, evitando gastos innecesarios.
Después de tensos debates públicos y privados, se acordó que las elecciones se realizarán en las diferentes plazas públicas del país bajo el lema de un ciudadano un voto. Cada individuo podrá votar verbalmente y su voz quedará grabada en un aparato conectado a una central donde luego ese voto será contabilizado por expertos matemáticos. El resultado se dará a conocer luego de las sucesivas sumas. El veredicto será inapelable y no se aceptarán reclamos o impugnaciones. La votación tendrá un costo mínimo y así se ahorrara casi todo esos 296 millones de soles. ¿Qué pasará con ese dinero ahorrado?
Los distintos candidatos, que no estuvieron de acuerdo con el ahorro millonario, vienen haciendo todo lo posible para que esos 296 millones pasen a engrosar las arcas de los partidos que participarán en las elecciones. La cosa está que arde y hay otras opciones como aquella de que hay que poner en el banco ese dinero para cobrar los intereses. Otros, más necesitados del molido, quieren que se les preste algo de esos millones para que pongan algún negocio. El máximo organismo electoral todavía no ha decidido lo que hará, pero se supone que tomará la mejor decisión para un buen uso de ese ahorro.