El agua del aire

El agua del aire 

En el remoto y desconocido pueblo de Bujana, a varios kilómetros de Lima la terrible, puede estar la definitiva solución a la desgracia de la falta de agua en la sedienta fronda que vegeta en medio del océano de ríos, quebradas, tahuampas, tipishcas, caños y demás arterias fluviales. Sucede que en ese lugar unos tigres de la ingeniería convierten el aire en el líquido elemento. No se trata de ciencia ficción o brujería de la buena. Ocurre que expertos de la Universidad de Ingeniería y Tecnología de Lima, mediante paneles,  atrapan la humedad del aire y luego sacan agua para ti y para mí. Agua que es fuente de vida, agua de mesa, agua para los carnavales. El agua extraída del aire, a través de filtros y condensadores, viene ya sirviendo a los pobladores de ese lugar. Y no hay, todavía,  abusivos cortes ni facturas por un servicio no prestado.

En nuestra ciudad de perpetua sequía potable,  donde ni las aguas crecidas, desbordadas, inundadas,  pueden producir el recurso hídrico, ese golpe del ingenio podría ser la anhelada solución al grave inconveniente de grifos secos, de duchas sin agua. En serio. Un panel cuesta algo así como 1200 verdes, o sea dólares y puede atender a una buena cantidad de sedientos ciudadanos (as).

El aire es gratis, todavía. Es un bien común que pertenece a todos los olfatos, a todos los pulmones. Nadie podría cobrar un impuesto al aire. A nadie se le ocurriría poner una multa por respirar mal, por aspirar por un lado de las fosas nasales. De manera que estamos a tiempo de sacar gratis del aire de todos los días y las noches, el agua que necesitamos para bañarnos decentemente si quiera una vez en nuestras vidas, sin pensar en las bacterias, en los cortes, en las abusivas facturas. Es posible que con el tiempo, el aire reemplace al agua en el mundo.