Sicarios en la frontera
La violenta expresión del sicariato ha sentado definitivamente sus reales en la zona fronteriza. La reciente muerte de 5 personas, después de una cruenta balacera, en el remoto poblado de Ramón castilla, nos revela ese hecho lamentable. En esa vasta franja de territorio, parcela abandonada desde siempre, condado habitado por desconcertadas y temerosas gentes, por verdes bosques y viajeros ríos, se ha instalado la vieja ley del rifle, donde la vida humana no vale nada. El fenómeno violentista en ese patio trasero no es nuevo. Es recurrente. Portugueses destruyendo aldeas y robando indios para venderlos después, caucheros homicidas, madereros sin escrúpulos, han pasado antes.
En el presente, es la hora de los sicarios sin ley y sin piedad. El idioma de la muerte abrupta y violenta ha sonado, gracias a estos sujetos contratados para defender a las mafias que lucran con el vil negocio de la droga. Así las cosas, la zona fronteriza se extravía en el campo de la efusión de sangre, de la razón del disparo, del impacto del puñal traicionero. La frontera, una vez más, se convierte en el epicentro del delito impune. Ojalá que esa ferocidad, la de matar al otro, no migre hacia otros ámbitos, otras ciudades. Como en otros países. En México, por ejemplo. Para que ello no ocurra se deberían tomar las medidas pertinentes. Entonces allí comienzan los inconvenientes.
En tiempos coloniales, los ineptos virreyes decían que no había dinero para defender esa zona. Lo decían sin remordimientos, sin mostrar ninguna aflicción como si tratara de una fatalidad inamovible. En el presente, las cosas no han cambiado. Ineptos presidentes, peores funcionarios y malas autoridades, dicen lo mismo. No hay dinero, repiten en un coro que atraviesa los años y los siglos y llega hasta nuestros días. Así las cosas, el sicariato seguirá en su trece.
No es la falta de dinero lo que nos tiene en abandono sino la falta de moral, porque nuestras autoridades se pasan los dias elogiandose y publicando a gritos sus «exitos» mientras la sociedad se desangra desprotegida. Esto es inmoral porque el dinero publico se despilfarra y a nadie parece importarle lo que pasa en estos lugares. Los floridos discursos, menciones y celebraciones a que nos tienen acostumbrados estos ineptos no ponen el unguento en la llaga, sino por el contrario causan mas dolor y desesperanza.
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