En la urbe del delito
En la agenda política de los candidatos otro de los grandes temas ausentes es la seguridad ciudadana. Entretenidos en hablar de kilómetro de pistas, de la construcción de tal o cual obra, de condonación de deudas, de pago de cuotas de padres de familia, de instalación de satélites, los aspirantes al poder pasan de largo sobre el incremento del delito en esta ciudad. Es común escuchar de boca de los antiguos que en el pasado Iquitos era una ciudad pacífica, libre de asaltos, fuera de los desmanes del mundo del hampa. Es posible que esa versión nostálgica no corresponda a la verdad, considerando que el delito en la isla tiene larga data como el contrabando de aguardiente que auspiciaban el cura y el gobernador.
En el presente, la urbe llanera ya no puede ser vista como un remanso de paz donde se puede dejar abierta la ventana. Los candidatos parecen no darse cuenta que Iquitos se ha convertido en un lugar sumamente peligroso, donde los asaltantes se mueven con increíble eficacia, con contundente destreza, como si no hubiera posibilidad de frenar sus desmanes. El reciente asalto a unos turistas extranjeros en la zona de Pampachica es otro indicativo de que la ciudad requiere de un tratamiento especial para erradicar la delincuencia. Y eso no se encuentra en ningún plan de gobierno.
Los señores candidatos deberían saber que si no se toman medidas de prevención del asalto, Iquitos corre el riesgo de convertirse en una ciudad roja, marcada por el estigma del delito y dominada por el mundo del hampa. Habitamos, mal que nos pese, una urbe extraviada en el delito, perdida en el mundo del hampa, donde el ciudadano está desamparado. Y ese ciudadano está obligado a votar por cualquiera de los candidatos que ni siquiera mencionan ese mal de todos los días.