La otra campaña de las urnas
Después de una de las más sucias campañas de las ánforas, auspiciado por la cavernaria derecha peruana que buscaba imponer a la mala a su candidata, ya se abrió el otro capítulo de la enconada y brutal lucha por el poder político. Esta vez en las ambiciones y los sueños de tantos candidatos late el trono de la presidencia nacional y el escaño para parlamentarios. Dos lacras, presidencialismo y parlamentarismo, que de un tiempo a esta parte requieren de una urgente conversión, o modernización, para que respondan a los requerimientos de una población cada vez más defraudada ante la inclasificable clase política peruana.
Entonces, el escenario de la patria nuestra se verá inundado por el circo y la butifarra, el perifoneo y la parranda, el afiche y la rifa, la propaganda y el discurso, de los candidatos a alcanzar la casa de Pizarro y el anhelado escaño. Otra vez el ciudadano, que desconfía con razón de los políticos, tendrá que sufrir una campaña electoral. Tendrá que renunciar a su paz diaria y padecer el bullicio incansable, el estrépito enfermizo, donde latirá una casi total falta de ofertas importantes, de reales promesas para el mejoramiento de sus condiciones de vida.
Lo de siempre en el desastre político de estos años.
Entre nosotros, eternos calcadores de los desastres políticos de afuera, será lo mismo. Es decir, la proliferación de aspirantes al poder, las fugas de identidades partidarias, las alianzas oscuras y hasta antinaturales entre agrupaciones ambiciosas, las burdas maneras de buscar el voto ciudadano, la acostumbrada picaresca que podrá permitir una carcajada pero que será penosa. Todo, hasta lo más bajo y sucio, valdrá para buscar el poder. El poder fugaz, pasajero. Mientras tanto, la desilusión del votante se agudizará.