La extraña candidatura
En el desastre nacional, donde el Perú retrocede lejos de la palabrería publicitaria oficial, lejos de triunfalismos del locuaz mandatario, la imagen del Congreso anda por los suelos, cerca de los muladares equívocos. Hechos dolosos, episodios dignos de los bajos fondos, sucesos denigrantes, capítulos bochornosos, le han convertido en el sitio favorito del desencanto y de la callada cólera ciudadana. Ese parlamento mediocre, ridículo, es parte de una especie de mal cívico que los peruanos y peruanos tenemos que soportar día a día, en una penosa expiación de alguna culpa por un delito que no cometimos.
La candidatura del señor Zumaeta a la presidencia de ese Congreso degradado parece más bien una inmolación avisada, un impulso hacia las cenizas políticas. No se trata del premio a una carrera parlamentaria o la coronación a una vida en los escaños, porque el partido gobernante está de salida, tiene una alta tasa de rechazo de parte de la población y debe ocuparse de cosas menores como cuidarse las espaldas. Por otra parte, la postulación de un militante aprista de origen provinciano a cargo tan elevado no es cosa de todos los días. Con las excepciones conocidas.
El antiguo aprista Héctor Vargas Haya describió en uno de sus libros el fuerte limeñismo que hay entre la cúpula del partido de la estrella y de la marsellesa. Con documentos demostró cómo los líderes de ese colectivo, cuando se trapa del poder no vacilan en apelar al espíritu capitalino para desembarcar a lideres provincianos como ocurrió escandalosamente con el citado. Este nunca dijo nada ante el atropello. Se calló en todos los idiomas probablemente traumatizado por no ser limeño. ¿Tanto han cambiado esos líderes de siempre para permitir la candidatura del señor César Zumaeta?