Editorial – Febrero 14

Los capos y las candidaturas 

En un acto inusual, peruanísimo, el mandatario Alan García Pérez, entre bombos y platillos, entre exaltadas versiones de sus áulicos y serviles,  se desprendió de 5 mil dólares contantes y sonantes. Los codiciados billetes verdes no sobraban en el presupuesto del mandatario incaico, ni eran el precio de los suculentos y pantagruélicos desayunos palaciegos  de todos los días. Eran el doloso aporte, la trafera cuota, del selecto mundo del hampa que se agrupa en el narcotráfico. Ocurrió que esa suma fue entregada antes  por uno de los miembros del reputado clan de los Sánchez Paredes durante la pasada campaña electoral  que llevo otra vez a García al sillón de Pizarro.

El insólito hecho, la devolución dolarada, revela muchas cosas. Revela, por ejemplo, un desliz de parte del mandatario que así admite el daño ya hecho. La devolución no cambia las cosas. Revela, una vez más, el  profundo vínculo entre capos y políticos, entre mafias y candidaturas. El tema es viejo y peligroso para tantas reputaciones. De un tiempo a esta parte la palabra narcotráfico se enlaza a las campañas electorales con una asombrosa naturalidad. Acaba de asomar en estos días y recorre como un fantasma las oficinas y los pasillos de los partidos políticos.

En este país la clase política agoniza precisamente por su falta de decencia, de honradez. Sería largo y tedioso enumerar, como en un censo de infamias, los casos que muestran la alianza entre narcotráfico y política. Nombres y cifras están allí, irrefutables. Los cinco mil dólares son un sencillo, una propina pobre, considerando las fortunas que se mueven en ese mundo del delito.  ¿Cuánto de dinero corre realmente como un río contaminado cada vez que hay una campaña,  cada vez que los candidatos luchar por el corto y efímero poder?