Tantas veces la basura
Entonces, la mula que conducía la carreta número 12, perdió los estribos y causó pánico en la calle Huallaga con su carrera desquiciada. En su loco itinerario el cuadrúpedo casi aplasta transeúntes y, lo que fue peor, derramó la lisura de toda la basura que conducía ese lejano día. El incidente ocurrió hace décadas cuando Iquitos era más aldea, cuando los habitantes eran menos y cuando el servicio era ya un inconveniente sin solución. Como ahora. Porque el derrame de la basura de ayer contamina todavía las calles de esta urbe. El tiempo ha pasado sin remedio. No está ya la mula descarriada, no está la carreta. Todo se ha modernizado pero en todas partes hay basura acumulada.
En medio de basura de diferente índole, de distinta procedencia, se eleva diariamente un letrero oficial que dice, con retumbante sarcasmo: Una ciudad limpia es una ciudad culta. El hecho ocurre entre las calles Arica con Abtao. Pero puede ocurrir en cualquier parte de esta ciudad. En este diciembre consumista, fiestero, caótico, la basura parece caer cada segundo en grandes cantidades de esa descontrolada carreta del pasado. Porque donde quiera que uno vaya, en calles, esquinas, descampados, lugares de aglomeración, hay basura retrasada. La carreta, descontrolada, sin rumbo, sigue derramando los desperdicios sobre esta novelesca metrópoli.
En el extremo del pesimismo un cronista del ayer, luego de una tempestuosa reunión donde se discutió sobre el eterno problema de la basura, escribió que luego de ponencias, debates, lamentos, diatribas, se arribó a la desconsolada conclusión de que el problema no tenía solución. En ese entonces se hablaba de poner un horno crematorio para incinerar la basura acumulada. Ahora no se habla de nada. Como si el indeseable hecho no existiera.