EL COMIENZO DEL DESPERDICIO

En forma oficial, ayer comenzó la chupaduría de San Juan. La celebración puntual y botelluda viene tan luego de otra chupadera, la del Día del Padre. Después de las borracheras sanjuaninas, vendrán más días dedicados a la bebida. No tenemos escape durante todo el año y entre vasos o copas nos pasamos la vida en este gallinero del Señor. Que sepamos, ninguna comunidad humana progresa así, con ese ritmo de consumo alcohólico, ese abuso de la capacidad de asimilación de la garganta.

En todo exceso hay algo de decadencia, de hastío, de saturación existencial que es, en el fondo, la renuncia a los ideales más simples. No estamos en contra de la diversión, del bailongo, del salud, del placer. Estamos en contra del desperdicio de una fiesta patronal que podría ser otra cosa. Lo hemos dicho ya y lo repetimos sin cansarnos: la celebración de San Juan ganaría varios porotos si se inclinaría hacia la vital cultura amazónica, sin dejar el trago, el baile, la huachafería. Tan difícil es comprender eso que cada año se repite el mismo manual que tiene como eje aquello de eso es lo que le gusta a la gente. Algo que está  por comprobarse en verdad escribiendo.

En realidad, ayer se inició el desperdicio de una gran oportunidad sobre esta tierra para salir del patio trasero, para convertirnos en lo que desde hace tiempo deberíamos ser: un pueblo vigoroso que no necesita  de lo banal, lo pueril, lo ridículo, para festejar sus cosas. No exageramos por amor al terruño, a lo verde de los bosques, al agua de los cauces. Somos una cultura poderosa. Y no merecemos ese desperdicio cada año de la fiesta de San Juan. No merecemos que se gaste tanto dinero y tiempo en poco o en nada, y que se busque a toda costa el vacilón dentro de los límites de una celebración religiosa tan importante.

 

 

1 COMENTARIO

  1. Cambio de actitud de toda la población. No se debe de olvidar que las grandes culturas e imperios del pasado se destruyeron por el exceso de la bebida y de la comida. Se da, la decadencia humana en la persona y, consecuentemente de la sociedad.

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