La política en general no deja de darnos sustos. El espacio público ha dejado de ser un espacio para desarrollar ciertas virtudes de la convivencia como podrían ser el diálogo, la honestidad, la justicia, el buscar soluciones a problemas que nos atañen a todos. Es más, ha dejado de ser el lugar para demostrar la ejemplaridad pública de estas autoridades y funcionarios. En plena negociaciones para decidir quién será el próximo presidente de gobierno en España los casos de corrupción del partido en el gobierno le estallan en plena cara y la actitud de quienes gobiernan es como si nada estuviera ocurriendo. Es más, se sienten en capacidad para gobernar. Lo que asombra, y mucho, es que pluma acerada de nuestro Nobel de Literatura sigue en silencio sobre los casos de corrupción del partido conservador y en la democracia española ¿se puede volver en un espectador cómplice? Es decir, que sabiendo lo que ocurre, calla. Es más esta situación de espera está incomodando a los grupos de poder económico y a las élites políticas tan acostumbrados a vivir en una democracia bicolor y de baja intensidad. En Perú tenemos que luego de unas alianzas muy funcionales, y altamente tóxicas, como la del APRA con Lourdes Flores, la de Keiko Fujimori, o de Susana Villarán, Anel Townsend entre otros, están salpicando casos de algunos candidatos como el plagio de una tesis doctoral de uno de ellos. Le comentaba a un amigo en Perú que la misma situación pasó en Alemania que ministros tuvieron que dimitir por plagiar tesis doctorales – claro, eso de la dimisión no sucederá en Perú. Él con mucha guasa me comentó, al menos ahí le igualamos a los alemanes. Desgraciadamente, las virtudes han sido desechadas de la vida pública. La ciudadanía debe despertar sino el lodo nos va terminar ahogando.