Qué tan mal habrán trabajado los que se decían izquierdistas loretanos que hoy no solo carecen de presencia electoral –que ya sabemos es la única forma democrática de acceder al poder- sino que hasta han excluido de su lenguaje aquella división ideológica que tuvo su origen en el Parlamento inglés. Y es que desde hace más de dos décadas los izquierdistas no encuentran el rumbo que alguna vez creyeron encontrar con Alfonso Barrantes a nivel nacional y Antonio D’Onadío a nivel regional.
La primera y última vez que las agrupaciones de izquierda concitaron el apoyo de la población loretana fue con D’Onadío, a quien ayudaron a llevar al Congreso de la República. Nunca se sabrá si la gris gestión del químico farmacéutico en el Parlamento contribuyó al deterioro de la izquierda o si fue producto de otros factores externos. Ni siquiera Iván Rengifo, Pepe Barletti o Pepe Sicchar habían logrado lo que un expepecista tuvo: los votos necesarios para llegar al Poder Legislativo. Antes habían llegado solo a regidurías y, posteriormente, a una que otra alcaldía provincial y distrital pero con movimientos de fachada cuyos líderes se encargaban de moderar el lenguaje.
Los izquierdistas loretanos hoy están más que de capa caída. Pues en años anteriores los grupos con más posibilidades se apuraban en llamarlos a sus filas. Actualmente prefieren mantenerlos al margen y si algún apoyo necesitan es mejor que lo hagan tras bambalinas porque están totalmente desprestigiados debido a las acciones erróneas que organizan desde hace varios años. Ni siquiera Elsibán Ochoa, otrora ferviente discursero izquierdista, puede ser visto como representante de ese sector.
Y algunos pensarán que es mejor que así sea. Yo creo que no. Porque una izquierda fortalecida permite cuidar una gestión en cualquier tipo de administración. Pero los izquierdistas que cuando jóvenes abrazaron la justicia social hoy se encuentran en diversas entidades preocupados en otras cosas antes que en el fortalecimiento de la organización popular. Organización que debe entenderse como un paso para que los hombres y mujeres vivan mejor. Y eso se puede apreciar también en los dirigentes de los gremios sindicales. Han priorizado otras cosas y dejado de lado la formación. No se sabe si es causa o consecuencia. Pero ni los sindicalistas con mayor preparación teórica pueden mostrar que trabajan en el fortalecimiento de la organización. Y temo que estén más preocupados en acomodos y reacomodos en las listas de las próximas elecciones.
Algunos se alegrarán de la ausencia de izquierdistas en esta campaña que se avecina. Quien éstas líneas escribe no. Y me refiero a los de verdad. No a aquellos que han hecho de esta opción política una oportunidad para aprovecharse de la necesidad de sus compañeros de clase.