Quizás el último Presidente destacable –no por ello incombatible- del Frente Patriótico de Loreto hay sido ese pepecista de convicción e izquierdista por oportunidad –que es diferente a oportunismo, por sea caso- llamado Antonio D’Onadío Lagrotte que, como muy pocos recuerdan, se marchó de esta ciudad y murió alejado del pueblo por el que tanto combatió. En los últimos años de la década del 90 este químico farmaceútico se entregó con vehemencia a la lucha por lo que consideraba una defensa de la soberanía. Lo hacía con terquedad, muchas veces. Y en esa terquedad cayó en manos de ese grupo de izquierdistas de pacotilla y barbilla que le han hecho tanto daño a las luchas populares. Pero supongo que mejor estaba con ellos antes que con quienes se oponían a sus opciones.
Llegó a ser diputado por Loreto representando a Izquierda Unida. Nunca digerí totalmente ese cambio. Pero entendí que era producto de las circunstancias. Cómo así un hombre que abraza la socialdemocracia y se había inscrito en el Partido Popular Cristiano terminó representando a una izquierda que se había moderado, es verdad, pero que seguía con los sectarismos de siempre y los dogmas exportados. De todos modos, llegó a ser nuestro representante y tenía a Pepe Barletti entre sus asesores. Fue Pepe, un historiador al que muy pocos reconocen su sabiduría porque mezclan sus estudios con su ideología, quien contaba siempre a los que querían escucharlo que ya siendo Diputado don Antonio fue incapaz de instalar una oficina de enlace en Iquitos que sirviera para que los electores que lo habían llevado al Parlamento tuvieran un espacio donde se escuchara su voz. La gestión como Diputado de D’Onadío fue gris, mediana, desapercibida. Con destellos únicamente.
En una época fue considerado el único político que podía dirigir el Frente Patriótico de Loreto y muchos le mantenían en el puesto porque detrás de él se colocaban los mediocres, derrotados y oportunistas de toda la vida. Me tocó apreciar, como muchos periodistas e iquiteños, cómo esos personajes se disputaban para tenerlo a su lado. Le maltrataban en ese intento. Como sabían que se había convertido en un personaje aglutinador y de unidad, los divisionistas con experiencia que la izquierda loretana formó se encargaban de mantenerlo en sus filas. Es muy difícil saber si él se sentía cómodo en ese papel o posición. Seguro quienes han estado a su lado sabrán mayores detalles de esa situación. En lo que a este columnista respecta debo decir que uno se podía discrepar con don Antonio pero jamás dejar de respetarlo. En medio del fuego cruzado que había provocado la negociación por la paz con Ecuador recuerdo que llegó intempestivamente al set del programa que conducía en el canal estatal y sostuvimos una conversación acalorada y díscola matizada siempre por el respeto mutuo. Tenía sus excesos, como todos. Pero era respetable en su pensar y en su hablar. Al escuchar las vociferaciones de quienes le han sucedido en el cargo de presidente del FPL uno lo añora, lo extraña en sus controversias y divergencias sin que se llegue a coincidencias.