ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel
El editor de los tres tomos de “Edipo entre los inkas”, el libro póstumo de César Calvo Soriano publicado por el Fondo Editorial del Congreso de la República el 2001, agradeció “A la doctora Martha Hildebrandt quien, siendo Presidenta del Congreso de la República y responsable del Grupo de Cultura, acogió de inmediato la publicación de la obra. Esa publicación de alguna manera es un “homenaje de la Representación Nacional a la original filosofía de vida de nuestros pueblos amazónicos y andinos y a César Calvo, alto exponente de la poesía y del ensayo en el Perú”.
Días después del fallecimiento de la señora Hildebrandt he caído en la cuenta que su muerte ha provocado tenues palabras en la prensa nacional -entendida como prensa la radio, las redes, la televisión y los impresos- y los que se ocuparon de su vida han olvidado que el principal legado de esa mujer es haber impulsado la creación del Fondo Editorial del Congreso de la República.
Sin esa creación heroica no tendríamos la posibilidad de leer los últimos escritos de César Calvo y obviaríamos en su bibliografía esos relatos a manera de crónica o poesía o ensayo o como se los llame de quien en su vida se dedicó a vivir para escribir y, también, a escribir lo que vivía.
Si hoy podemos disfrutar de esos tres libros de César Calvo es porque antes una mujer, a la que el poeta admiraba y frecuentaba, tuvo el ímpetu para que sea el Congreso de la República una institución que también publique libros. Y como ratificando que los libros y quienes promueven escribirlos y publicarlos serán en su mayoría los olvidados de siempre, son muy pocos los que leen a César y menos los que reconocen el legado de Martha.
Ella defendía sus ideas. Ella se hizo conocida por su defensa del general Juan Velasco Alvarado allá por los años 60 porque sostenía que la autoridad tiene que imponerse y que en sociedades como la nuestra es una necesidad ser autoritario, que es un peldaño menos al autoritarismo y a la dictadura. Una de sus principales y certeras frases, ya convertida en congresista gracias a los votos de los fujimoristas, era “en el Congreso mandan los votos”. Así siempre ha sido y pocos se atreven a reconocerlo y expresarlo porque se cuidan de parecer democráticos. De alguna manera reapareció el en gobierno de Alberto Fujimori, a quien apoyaba en el fondo por las mismas razones que lo hizo con Velasco.
Hoy sólo nos queda sus escritos, los archivos periodísticos y las anécdotas que cuentan quienes los conocieron. Tanto César Calvo Soriano como Martha Hildebrandt han contribuido con sus obras y vidas al intento por mejorar este país desde y con los libros. No sé si han fracasado en el intento. Lo que sí es una verdad irrefutable es que pocos son y serán los que reconozcan el valor de sus legados tanto en libros como en ideas.