Día de ánforas
Este domingo 30 en vez del ejercicio del ocio y de la hamaca, del reconfortante paseo, de las visitas familiares, de la cervecería o el billar o el naipe, muchos peruanos y peruanas tendrán que acudir a las ánforas. Deberán hacerlo como si se tratara de una elección normal para elegir a sus representantes en los diferentes estamentos del poder político. Tendrán que hacer su cola, firmar papeles, emitir su voto y entintar uno de sus dedos, antes que pagar una multa. En 20 regiones y en 266 distritos más de 1000 alcaldes y regidores no encontrarán paz ni calma porque se someterán al veredicto de la llamada revocatoria. O la manera de sacar rápido del trono al enemigo.
Porque dicha revocatoria todavía está lejos de ser un mecanismo democrático de recambio de autoridades. Es un ejercicio de la vanidad o de la ambición del perdedor que encuentra en ese artificio una ocupación para después tentar el poder. Desde luego, esa revocatoria es a futuro una excelente manera de evitar los malos gobiernos. Con el tiempo se convertirá en una buena manera de presionar al poder de turno para que haga las cosas de la mejor manera. La revocatoria como es hoy en día es una expresión de la mediocridad de cualquier oposición.
En el Perú la oposición es vociferante, gritona, mediática, oportunista e incapaz de levantar un proyecto alternativo de poder. En la región Loreto, entre nosotros, por ejemplo, la oposición es un desastre ridículo, vinculado a la pataleta y al lagrimón, afiliado al hamponaje insultante periodístico y a la delincuencia comandelista. Y, por eso, la revocatoria es un fracaso. Este domingo 30 de setiembre no habrá revocatoria donde debería haber. Y todos podrán ejercer el ocio y la hamaca, comer en familia, ir al fútbol o entrar a la taberna.