Japhy Wilson, desde Manchester
Todo el mundo se enamoraba de la maqueta. El Ministerio de Vivienda había invitado a los moradores de Bajo Belén a una reunión donde les mostraban el modelo de una nueva ciudad donde todos podrían tener su propia casa. Marta, una ama de casa, recuerda el momento:
‘La maqueta era un plan deseñado con todas las cosas que se iban a dar. Una ciudad bien. Bien terminada, con todos sus servicios. En la maqueta tenía una ciudad completa. Con sus aguas y sus desagües, sus alcantarillados, su hospital, su colegio, su centro de mercado, su universidad. Sus parques bien hechecitos. En el momento yo dije “Si, yo me voy, yo soy de acuerdo.”’
Luego de las graves inundaciones de 2012, el gobierno nacional había definido Bajo Belén como una ‘emergencia no-mitigable’. En 2015 se anunciaba el traslado de toda su población a la Nueva Ciudad de Belén, conocido como Varillalito, en km13 de la carretera a Nauta. La maqueta ofreció a la población de Bajo Belén la visión de una ciudad moderna, lejos de sus actuales condiciones de vida. Cientos de familias, como la de la señora Marta, dijeron que sí. Firmaron un contrato, en lo cual se comprometieron a desmantelar sus actuales casas en Bajo Belén, dejando los terrenos como propiedad del Estado, en cambio de una casa en la nueva ciudad.
Pero llegando a Varillalito en fines de 2016, la imagen de la maqueta fue revelada como un mero espejismo. Lejos de una ciudad moderna, los primeros pobladores encontraban un puñal de casitas sin los servicios prometidos. No hubo universidad ni colegio – solo una escuela en un edificio temporal. No hubo hospital, ni siquiera una posta. Las calles fueron angostas y hechas de barro, y las casas fueron amontonadas, pequeñas y calurosas, diseñadas por arquitectos en Lima sin conocimiento de la vida amazónica, que nunca visitaron el sitio de la construcción.
Las cosas fueron peores con la segunda fase de la Nueva Ciudad, inaugurada en septiembre 2018. Estas casas no tenían ni agua ni desagüe, y el sistema de alcantarillado tampoco funcionaba. Mas grave todavía fue la falta de trabajo. Una población ribereña, dedicada a la pesca, la agricultura, y la compra y venta en el inmenso mercado de Belén, se encontraba en un desierto seco y desforestado, 2 km a dentro de un camino lodoso desde la carretera a Nauta, y una hora de viaje y dos soles de pasaje para llegar al mercado de Belén. Los que intentaban hacer sus chacras en los espacios alrededor de Varillalito fueron echados a la fuerza por policías pagadas por un terrateniente local, dueño de más que 200 hectáreas, que todavía necesitaba algunos más…
Al descubrir que todo fue mentira, muchos han querido volver a sus vidas anteriores. Pero la puerta de salida está cerrada. Tenían que demoler sus antiguas casas para recibir las nuevas. Y los funcionarios de Vivienda están vigilando los terrenos para asegurar que las casas realmente están demolidas, y que nadie intenta volverse. La política de Vivienda es clara. En palabras de un encargado: ‘Si estas incumpliendo tu contrato, tenemos que hacerte un proceso de regulación. Y el proceso de regulación es quitarte las dos [casas]. ¿Estas viviendo acá, pero no has desarmado allá? Regresas los dos. ¿O ya te han dado tu casa, pero sigues viviendo abajo? Te quita los dos.’
Esta política está teniendo consecuencias aparentemente irracionales. Lejos de mejorar la vida de los beleninos, lo está volviendo peor. Caminando por el centro de Bajo Belén ahora, se encuentra con muchos espacios de casas demolidas. Como explica un dirigente de la zona:
‘El Estado ya no permite que ocupen esos terrenos. Pero tenemos un problema ahí. Esos lugares se están volviendo bosque. Y nosotros no podemos meter la mano. Porque vienen [los de Vivienda] y dicen “¡No! ¿Quién está haciendo eso?” Estos lugares no deben ser descuidados. Porque ahí están las ratas, las enfermedades, los zancudos, los moscos, las víboras y todo’.
Sin la opción de volver a sus antiguas casas, por un lado, y sin forma de sobrevivencia en sus nuevas casas por otro, muchas personas están compartiendo las casas de sus familiares en Bajo Belén, de forma clandestina. La consecuencia es una intensificación de la densidad poblacional. Y eso dentro de un contexto donde la ley prohíbe la inversión pública, como consecuencia de la definición de Bajo Belén como ‘zona de emergencia no-mitigable’. Pero en lugar de reconocerlo como un obstáculo al desarrollo humano, para el funcionario de Vivienda esta ley es un arma en su lucha de obligar el traslado de la población hacia la Nueva Ciudad de Belén:
‘El Estado Peruano no le va a aprobar ningún proyecto de inversión al municipio de Belén dentro de la Zona Baja de Belén… Si nosotros encontramos por ejemplo un lote [abandonado y] ocupado de Vivienda, y vemos un nuevo punto de luz, nosotros denunciamos a Electro Oriente: “¿Quién te ha autorizado a poner un mediador en nuestra propiedad?” Ellos ya no pueden. Bajo ese criterio, ya empezamos a decir “esto es propiedad privada, ya no se puede tocar”’.
La estrategia, en otras palabras, es hacer la vida cada vez más insoportable en Bajo Belén, hasta que sus moradores abandonan el lugar y aceptan su destino en el Varillalito. En lugar de trascender una supuesta situación de ‘emergencia no-mitigable’, el Estado lo está creando. Y no por incompetencia (como en muchos casos), sino que lo está haciendo a propósito.
Frente a esta maniobra, los dirigentes de Bajo Belén están radicalizando su postura. Están cada vez más decididos en quedarse y luchar para mejorar las condiciones de la vida cotidiana y derogar la ley que está frenando las inversiones en la zona. Para ellos, Bajo Belén no es una zona de emergencia no-mitigable. Es el corazón de Iquitos, que abastece a la ciudad entera. En palabras de un dirigente, si el Ministerio de Vivienda sigue jodiendo, la respuesta de los beleninos será clara:
‘La población está esperando una chispita y vamos a volar todo… Porque Belén es peligroso. ¡Ya hay mucha gente que no quieren hablar sino actuar! ¡De mala fe! Porque ellos van a hacer pues quemaduras, saqueos, y ojalá que no agarren a un funcionario de Vivienda… A eso no queremos… [Pero] lo que estoy diciendo, igualito [los pobladores más bravos van a decir] y hasta mucho más drásticos: “Que vengan para palear! ¡Que vengan para machetearles! ¡Que vengan para balear!”’
En la Nueva Ciudad de Belén, luego de tantas mentiras y engaños, la población ya llegó a este límite. Hace poco más de un año salieron a bloquear la carretera a Nauta, para insistir que el gobierno cumpla con sus promesas, y que al menos les entregue agua y desagüe. Lo hicieron de forma pacífica. Pero la respuesta de las autoridades fue precisamente ‘vengar para balear’. Un morador de Varillalito recibió un balazo de la policía, y perdió un ojo, mientras una señora de tercera edad casi perdió su mano por otra bala. Volvieron corriendo a sus casitas, donde todavía están esperando el agua y el desagüe. Así son las cosas, detrás de la maqueta.