En dominical ajetreo, en vez de sortear en cama la resaca de todo lo bebido, tirarse a la pera en haragana hamaca, ir de paseo al campo a aburrirse, visitar a la suegra o algo peor, los peruanos y peruanas irán este 5 de junio a las urnas electorales. Bajo la amenaza nada democrática de pagar una multa si no votan, esas desconcertantes gentes incásicas harán interminables colas como si fueran a un partido pelotero o gestionaran un préstamo bancario o pagaran los servicios de agua y luz. En colectiva jornada, elegirán al nuevo inquilino del palacio de Francisco Pizarro. Es decir, a quien no cumplirá con sus más importantes promesas de campaña. No exageramos.
Desde el florido arquitecto Fernando Belaúnde, para no ir hasta el inicio de esta republiqueta, hasta el orador Alan García, muchas ofertas quedan en los simples discursos. Irrefutables pruebas al canto: el millón de empleos del líder de la lampa, el futuro diferente del primer alanismo, el no shock del ingeniero, la inclusión social toledista, la oposición o revisión o derogación de los TLC del segundo alanismo. El muestrario podría alcanzar varios tomos. Todos ellos, los presidentes mencionados, se unen en una mentira mayor: la erradicación de la pobreza. Ante tanta palabrería esa peste social debería no existir. Pero no. Tanta eficacia del modelo, tanta grandeza del mercado, tanta exportación, no han servido de nada. En lo que va de este año, el Perú de la eternidad ha descendido del 41% al 43% en la escala internacional de la pobreza. El dato es del prestigioso Institute For Managemet Develoment.
Todo está dicho ahora. Cada quien elegirá a su candidato o candidata. Dicho lo anterior, nosotros ya pensamos en el después del domingo. Aspiramos a que la tradición de las falsas promesas, de las mentiras, se acabe. Aspiramos que el que llegue al poder rompe esa traición rampante de mentir, de hacer lo contario de lo prometido. Y, sobre todo, que acabe con la peruana pobreza del Perú.
Srs. comentaristas, no se si estoy defasado en gramatica, pero que yo sepa nuestra lengua castellana determina que al decir «peruanos», estamos refiriendonos a ambos generos, por lo que resulta redundante y de mal gusto esa separacion gramatical ( los peruanos y las peruanas ) que se esta convirtiendo en practica comun. Sino, acabaremos excluyendo a los que, en tono burlesco se refiere Baily, como los peruanos que quisieran ser peruanas, o las peruanas que quisieran ser peruanos!.
SÍ
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