Parece que el piloto automático sigue funcionando sin mayores sobresaltos en el Perú. Desde 1992 parece que nada cambia aunque ahora, en este 28 de julio sea la re-confirmación de un sistema político – económico que se acentúa contra los esperanzados que este gobierno significaba la diferencia o se creían eso del presidente de lujo.

Si observamos desde la calle, las protestas focalizadas en el sur de los maestros, los médicos en huelga y las enfermeras y uno que otro gremio menor próximo a salir en huelga indefinida también es más de lo mismo. Hechos similares también han habido los últimos años con Humala y estos no han traído mayores sobresaltos a la macro economía que tanto les interesa cuidar a los que están ahora en el gobierno.

Si los hijos de los ministros (porque PPK menos) no estudian ni se atienden en los servicios públicos, no esperemos que estos tengan sintonía con las demandas sociales, por más que estas sean justas y reivindicativas, además de tratarse de las promesas que su empleador (ósea el presidente) las firmó públicamente, para variar, delante de estos gremios que hoy gritan traición a estos juramentos  de campaña electoral.

A decir verdad, ciertas protestas en el país existen porque son como si la pimienta y la sal en la política peruana, no pueden faltar y son necesarias para la convivencia social nacional. A nadie del gobierno en verdad le importa que si se cumplen 60 días de huelga en el Cuzco las labores escolares se van a perder. O que si los médicos dejan de atender a ciertos pacientes pobres la economía se a va a resentir. Ni siquiera a sus ministras, en el primer caso una casquivana Marilú Martens que no atina sino a esperar la tarde para compartir su té en San Isidro y una Patricia García que piensa que desde la academia se resuelve todo.

Después de 365 días nada ha cambiado en el país. Parece que una especie de conjunción entre Toledo – García- Humala – PPk fueran los actores de un mismo reparto y que cualquiera de ellos está en este momento en el sillón presidencial haciendo lo mismo, prometiendo lo mismo y dejando para no se sabe cuándo de enfrentar los problemas de fondo y las reformas profundas. La única diferencia, que además parece que no se cristalizará esto de la vacancia, es una oposición más recalcitrante díscola y obsecuente, pero esclavizada.

Hoy, tal vez lo único que ha cambiado en parte – aunque en realidad esto es enfermedad nacional – es la acentuación de la tristeza en los ojos de la gente. Resignada no le pone ningún interés a lo que pueda decir PPK el 28 de julio. Esta tristeza que parece parte de la personalidad peruana, de su ADN se refleja en la indiferencia y asco hacia la política en general y se refugia en sus propias habilidades, confiando en que su acción individual de ciudadano le otorgue algo de esperanza para seguir en este país que los maltrata a diario.

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