Desflorando con la verdad
Una de las mentiras verdaderas más frecuentes que se escucha sobre la violencia política en la selva peruana es que ésta, la violencia, estuvo muy lejos de la Amazonía. Allende en los Andes. Pero es una media verdad que en el fondo es una mentira. Quizás sea el “gigantismo” de la selva que oculta hasta la violencia que moró y mora por esos pagos. Se invisibiliza y luego se olvida como ocurrió con el Putumayo. No es cierto que la violencia esté ausente en el período de conflicto armado interno, de acuerdo al Informe de la Comisión de la Verdad la violencia se aposentó en la selva y de qué manera. Fue brutal. Los testigos y voces de mujeres de esa violencia narran historias desgarradoras de cómo Sendero Luminoso (SL) incursionó en la selva central. Para SL fue una experiencia fallida de entrometerse en la selva, fallida porque los Asháninka plantaron cara en su momento a los violentos y asesinos. Mataban hombres, mujeres y niñas a machetazos, sin más. Pero también los indígenas y otras poblaciones sufrieron las vejaciones de los agentes del Estado. En este otoño peninsular, en la Embajada de Perú en Madrid se escuchó el testimonio entre lágrimas de Ruth Buendía, dirigente Asháninka de la Selva Central y madre de cinco hijos. Ella es dirigente de la Central Asháninka de Selva Central. Su voz fue una llamada de atención para aquellos sordos que niegan la violencia en la floresta. Ella es un testimonio vivo de la historia que ocurrió en esos duros años y los amazónicos y no amazónicos. No debemos olvidar. Su lucha, la de Ruth y su pueblo, continúa y no baja los brazos. Los indígenas de esas zonas ahora sufren la amenaza de la instalación de centrales hidroeléctricas en sus territorios y están atentos a cualquier otra amenaza. En estos recodos quien pestañea muere, espero que Ruth y su pueblo no desmayen.