ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel
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La carretera Iquitos -Nauta demoró en construirse más de 70 años, desde aquel lejano año de 1940 cuando pobladores de la ciudad más antigua de la región Loreto se reunieron y formaron un comité para exigir que se llegue a Iquitos por carretera. Nadie dudaba de la importancia de esa vía y lo que representaba para ambos pueblos y toda la región. No fueron pocos los obstáculos legales, climáticos, ambientales y sociales. Finalmente, el entonces Presidente del Gorel, Robinson Rivadeneyra Reátegui, inauguró la vía. Es cierto que quien la inició fue el ingeniero Tomás Gonzáles Reátegui, sanmartinense él, quien fue enviado por presidente de la República Alberto Fujimori para presidir el CTAR-Loreto. Ahora sabemos que esa vía es una posibilidad de desarrollo turístico y demás actividades económicas. Que la estamos desperdiciando, es verdad. Porque esos cerca de 100 kilómetros, lejos de servir para un proceso planificado de expansión urbana y ampliación de actividades productivas ha sido vía para el desorden en instalación de viviendas y construcción de estanques pesqueros y sembríos alocados. Ahí está la carretera y no sabemos qué hacer con ella.
Igual sucede con la mayoría de proyectos en Loreto. La mayoría de ellos no se terminan y, si se concluyen, están abandonados. De éstos últimos los casos más visibles y escandalosos son el embarcadero “El Huequito” y la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales. El primero se terminó en los últimos meses de la gestión de Iván Vásquez Valera y, luego de levantarse algunas observaciones, la gestión de Fernando Meléndez no pudo usarla para el objetivo que fue construido porque se había obviado el estudio de impacto ambiental. El turismo perdió, siguió perdiendo. El segundo, es mayor en perímetro e inversión, pues fue diseñado para evitar la contaminación de los ríos a través de una planta que convertía los desperdicios en útiles para diversos usos. La salubridad perdió y la población, también. Ambos están ahí, como abofeteando a todos, ciudadanos y gobernantes.
Sabemos lo que no queremos en Loreto, lo he escuchado muchas veces fuera de la región. Protestamos ante cualquier propuesta de desarrollo y señalamos con una precisión demagógica a quienes emprenden proyectos emblemáticos y grandiosos. Claro, es más fácil obstruir que construir. Planificar a largo plazo siempre será más trabajoso y tedioso que hablar con inmediatismo para provocar los aplausos más sonoros y efímeros.
El boom del caucho ha servido ni siquiera para fortalecer una clase empresarial autóctona y hoy de ese período sólo tenemos las cifras de crecimiento y declive, matizadas con las estadísticas del desastre social que eso representó. El boom petrolero está cumpliendo medio siglo de actividad y dejará -así cumpla 100 años- una secuela de pobreza en los territorios donde se focaliza la actividad porque nos hemos quejado de los inversionistas para ocultar nuestra incapacidad para exigir que se mejore la condición de vida de los nuestros. La actividad forestal, se dice, está en su peor momento, y nadie nos puede explicar con cifras cuándo fue su mejor época ya que los pobladores no vieron mejora en su cotidianeidad. La actividad turística ha crecido en número de albergues informales y empresarios golondrinos en perjuicio de los que han tomado en serio el sector y no hemos aumentado en oferta atractiva para el turista. En la agroforestería hemos olvidado que tenemos terrenos no sólo fértiles sino que en ellos se albergan especies que están a la espera de su explotación, el cacao por ejemplo, donde los que conocen afirman que tenemos el mejor del mundo. En desarrollo energético igual, seguimos discutiendo la modalidad de la energía que necesitamos y cada cierto tiempo los “expertos” foráneos nos cambian y recambian la agenda de acuerdo a sus intereses coyunturales.
Nos hemos llenado de estudios, de proyectos. Para que no se ejecuten. La hidroeléctrica de Mazán o el tren Iquitos-Yurimaguas son los más costosos y visibles. Pero ahí está ese “estudio” del paso a desnivel entre la Avenida Quiñones y Prolongación Moore que la gestión edil de Maynas encargó y sabe Dios dónde estará encarpetado, a pesar que se pagó medio millón de soles por ello, cifras más cifras menos. En medio de todo este clima, para seguir con el guión, todavía hay aquellos que quieren convocar para ponernos de acuerdo en puntos mínimos cuando lo que en realidad necesitamos es que pongamos a andar lo que tenemos. Aunque eso es mucho pedir porque desarrollo es igual a espejismo para la mayoría de profesionales y políticos, con la mirada complaciente de los jóvenes, que ya se hacen viejos y siguen ese mismo cuento.