Percy Vílchez en plena escritura de crónicas en Manaus
Percy Vílchez en plena escritura

Conocidas y prestigiosas  empresas de vuelo de todo el mundo, aerotaxis de línea nacional, compañías aéreas de lujo, yates de línea dorada, transatlánticos con sus cruceros de parranda y licor y otras afamadas  firmas del transporte por aire, tierra y mar invadieron de repente la región Loreto.  La misma no era una acción gratuita de amigos del espacio,  ni una muestra de turismo vivencial, sino que obedecía a la libre competencia o bronca entre empresas debido a la altísima demanda de pasajes del gobierno regional de aquel tiempo. En sus primeros 100 días con sus noches y madrugadas, sin mayores trabas o retrasos,  dicha  entidad gastó más de un millón de soles contantes y sonantes.

 

Los cálculos de los sabuesos del transporte fueron alucinantes. En 5 años, con sus incrementos volátiles durante los feriados largos y otras fiestas prolongadas, esa cifra podía estirarse hasta el infinito. El negocio era redondo y dichas empresas se apoderaron de los padrones para declararse proveedores de esa entidad que gastaba tanto en pasajes. Fue así como la región se convirtió, de la noche a la mañana, en un lugar dedicado a la industria del transporte. Debido al desbordado consumo del gobierno regional, que después de regalar mochilas escolares pasó a donar pasajes a los que visitaban sus instalaciones,  hubo una crisis pues las empresas no se dieron abasto para satisfacer la demanda viajera de tanta gente.

 

El habitante  de la región Loreto, de la noche a la mañana, dejó de ser agricultor, pescador,  montaraz, comerciante, vendedor ambulante, motocarrista, usurero  y otros oficios y se convirtió en el más viajero de los peruanos. Siempre listo para su peregrinaje, tenía  su equipaje listo detrás de su  puerta y su único propósito era pescar los pasajes que por entonces regalaba a manos llenas el mismo Fernando Meléndez, ayudado por el consejero Guido Coronel.