Por: Moisés Panduro Coral

 

Han pasado a la segunda vuelta dos candidaturas que en mi entender se ubican en el mismo campo de nuestro espectro político nacional. La señora Fujimori es la heredera política del proceso de privatización que significó la venta a precio de remate de los activos de las empresas públicas por un aproximado de 9,500 millones de dólares, una ingente cantidad de recursos cuyo gasto nunca fue transparente ni eficiente. Al concluir el gobierno del señor Fujimori con su renuncia por fax, en el Fisco sólo había 500 millones de dólares, calculándose que en obras se habrían invertido unos 1,000 millones de dólares. El resto, unos 8,000 millones de dólares, se hicieron humo en compras de armamentos inservibles y en asistencialismo, mientras que la pobreza no bajó ni un punto, se mantuvo en 50-52% durante el largo periodo que gobernó el candidato de la “honestidad, tecnología y trabajo”.

El señor Kuczynski por su parte es un ex ministro y alto funcionario de varios gobiernos. Se le podría denominar heredero del primer gobierno de Belaunde en el que se firmó el contrato con la International Petroleum Company (IPC), tildado de lesivo para los intereses del país que terminó en escándalo por la desaparición de la página 11 del mismo, así como por el desembolso de 115 millones de dólares a favor de la IPC, realizado por el Banco Central de Reserva del que Kuczynski era gerente, ni más ni menos. Ésa fue la justificación de los golpistas de entonces para acabar con la democracia un 3 de octubre de 1968. Igualmente, como ministro de Energía y Minas del segundo gobierno de Belaunde, tiene en su haber de lobista la famosa Ley Kuczynski que concedía dadivosas exoneraciones tributarias a empresas petroleras extranjeras, y más recientemente, el bollazo ése del contrato del gas de Camisea en el Lote 56 cuando fue ministro de Economía y Finanzas del Presidente Toledo.

Como se puede ver, ambos candidatos tienen arrugas descomunales con el país, con su economía y su historia. Resulta, por ello, difícil de entender el sentido del voto popular. ¿Cómo es que el electorado está contra la corrupción y la ineficiencia, pero termina votando masivamente por dos herederos de gobiernos que no se han caracterizado precisamente por su honestidad y eficacia? Una decisión que además nos pinta dos escenarios complicados: de un lado, el señor Kuczynski como Presidente, pero con minoría en el Congreso, lo que le obligaría a concertar con la mayoría fujimorista que le pondrá condiciones; y, de otro lado, la señora Fujimori como Presidenta, con una mayoría aplastante que ha insuflado de soberbia a varios de sus electos congresistas.

Empero, por encima de la inexplicable decisión popular, yo espero que cualquiera sea el (o la) elegido(a) limpien algo de esos oscuros y poco gratos antecedentes realizando un gobierno democrático y exitoso, con niveles de crecimiento iguales o superiores al 6% que es lo que requerimos para recuperar la economía tan venida a menos en el quinquenio de gobierno que se va el 28 de julio. Un crecimiento que debe ser redistribuido eficazmente, no en asistencialismo que no crea nada más que dependencia del Estado como sucedió en la dictadura fujimorista, sino en la gestación, desarrollo y consolidación de una producción transformativa de calidad que fomente los emprendimientos empresariales, potencie las oportunidades de inversión y genere empleo digno y estable que es lo que realmente demandamos.

Para lograrlo, hay que revertir el deterioro de la institucionalidad política y de gobierno que sufre nuestro país, hacer que la palabra de la autoridad sea creíble, que las normas se cumplan, que haya transparencia y probidad en el manejo de los presupuestos en los diferentes niveles de gobierno, que el ciudadano tenga seguridad en todos los ámbitos y sienta nítidamente el impacto de las inversiones y del gasto público en su calidad de vida. De lo contrario seguiremos gastando, pero sin calidad, lo que nos condenaría a vivir en el mismo atraso, sean Fujimori o Kuczynski, el próximo mandatario de la nación.