Defendiendo la memoria de Iquitos

La constante agresión contra el patrimonio de Iquitos es un tema que nos ha venido dando vuelta bajo diversos aspectos. No solo por el nivel de degradación crónica que se muestra a simple vista en las calles, plazas y parques, sino también por una hostilidad que en algunos casos se convirtió en bárbaro atropello.

Uno de los casos más ominosos, que quedará en el catálogo universal de la infamia, es, por ejemplo, la destrucción del ex palacio municipal, sin justificación y sin ningún tipo de consideración con nada (con el agravante de haber sido cometido por la autoridad municipal, quien en teoría está llamada a ser su primera defensora). Como triste recuerdo de esa fecha, quedan los pedazos de roca que se extrajeron, donde están los murales de César Calvo de Araujo, deteriorados por el tiempo y las inclemencias del maltrato, soleándose, llenándose de polvo y olvido en el Parque Zonal.

Una de las grandes cosas que pudimos descubrir en nuestra ciudad, para su aniversario, fue la performance-pasarela “Vistámonos de Iquitos”, evento organizado por La Restinga, que además se convirtió en una forma muy interesante, didáctica y masiva de reflexionar y tomar acciones desde el arte a favor del patrimonio arquitectónico y la recuperación de la memoria.

Me sorprendió no solo la capacidad de convocatoria de la propuesta, que tuvo mucha gente alrededor de esta, realizada en la primera cuadra de la calle Putumayo, frente al emblemático hotel Palace, sino también el aspecto colaborativo, donde diversos artistas, gestores y ciudadanos interesados en la cultura asistieron, sino también apoyaron decididamente. Es decir, hicieron suya la idea y la tomaron para el bienestar de todos.

Intervenir una calle céntrica y a partir de ese pequeño detalle transformarla en un espacio a través del cual emerja una gran estructura, a modo de santuario, sobre el cual los jóvenes talentos, dirigidos por Julio Guerrero, Cinthya Reyes, Fabricio Linares y Juan Andrés Varela, expresen desde el diseño de modas una llamada de alerta sobre la agresión sistemática que los monumentos históricos es una sana y muy recomendable idea que en algunos casos debería ser reiterada y recogida en otras instancias.

Emblemáticos edificios de Iquitos desfilaron por la pasarela. Tremendos y muy encantadores, ellos. Con garbo, gracia y donaire, estampas de una ciudad que se fue, pero también de una etapa en la que la sociedad se olvidó de ellos, se olvidó de luchar por el desarrollo con conciencia, de la búsqueda del bien común. La Restinga se permitió, por un momento, devolvernos el recuerdo, el análisis, la capacidad de indignación, y, claro está, las ideas para que esto cambie.

Hace unas semanas, el evento llegó también a Lima, a Palacio de Gobierno, la sede del poder peruano, lo cual significó un gran avance y una declaración de principios con una urgencia local como parte de una agenda nacional, a partir de una performance. Estamos en el momento más difícil para la ciudad. Quizás la realización de esta actividad haya sido la alarma más clara en el aspecto artístico y cultural para tomar conciencia.