Los políticos conservadores afilan sus invectivas hacia Venezuela porque dicen que no hay libertad de expresión en ese país suramericano. Que este sagrado derecho constitucional ha sido seriamente afectado cuando algún periodista disiente con la prensa oficial y por ende, contra el gobierno. Se rasgan las vestiduras y desgañitan al cielo ante la violación de este derecho. Eso es propio de regímenes totalitarios o de países bananeros entre otras perlas que suelen endilgar a diario. A estas voces, como no, se une hasta nuestro premio Nobel de Literatura. Pero a este lado del charco hay una manera muy sutil, a veces, o descaradamente que se atenta contra esta libertad pero está encubierta. Se cubre con una alfombra roja lo que huele mal, aquí no pasa nada. Cuando uno o una periodista se sale del guión determinado por la empresa en un tema (por ejemplo, los casos de corrupción del actual gobierno conservador), se le destituye inmediatamente y no se dan explicaciones. ¿Explicar para qué?, ¿la audiencia? Ni que ocho cuartos, él que manda soy yo, apostillan muy suelto de huesos y con cara de cínico el gerente de la empresa de radiodifusión. Claro, este ejercicio de la libertad de empresa en las decisiones, como la destitución de un periodista, no afecta para nada ni se resiente la libertad de expresión, ésta para ellos se mantiene inmaculada ¿? Es una situación de chiflados. Llama la atención que en unos casos se ahoga la libertad de expresión y en otros, es sólo una decisión empresarial y la democracia no se resiente para nada. Y lo peor que estas destituciones por una decisión de la empresa ya nadie protesta, se acata sin rebeldía y sumergidos en un océano de resignación, se aceptan como tales ¿sabemos en qué manos estamos cuando escuchamos/leemos una información?
El problema es ese: «no hay libertad de expresión, donde usted vaya». En el Perú con una empresa que tiene casi el 80% de los medios de información escritos ¿cómo se podría pedir tal libertad? Pro y contra muchas veces ha censurado mis comentarios (borrado). Tanto los periodistas como los dueños responden por quien o quienes los financian, entonces de que libertad podríamos hablar. ¿Y la SIP qué es? ¿quien la financia?¿para que sirve?. Todo se maneja en función de intereses, ya sean personales o de pequeños grupos.
Recomiendo leer al chileno Ernesto Carmona «los amos de la prensa» muy buenos.
saludos
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