CUEVA PARA ALCALDE

El nada patero burgomaestre de Punchana, Juan Cardama Guerra, tiene que poner su pequeño cargo en remojo. No parece ya amigo de nadie, ni de lo ajeno, con esos bochornos de peleador callejero, de adolescente que todo lo quiere solucionar a la mala. No puede seguir en ese plan agresivo, cabeceador, trompeador, pateador, como un vulgar lioso, un aficionado a la camorra pública, una especie de huarapero listo a saltar al cuello de cualquier persona. Es necesario que controle el revoltijo interior de su furia, que amarre a su perro de presa.  No es la primera vez que le sale la mugre de la violencia y no le creemos eso de que quiso impedir una pelea a la intemperie. Con toda franqueza.

El señor Juan Cardama Guerra no es cualquier persona. Es el alcalde de todo un distrito y tiene que mantener  la cordura, la calma, el buen ánimo e, inclusive, debe ofrecer la otra mejilla, el pecho, el cuerpo, antes que mentar la madre, insultar o meter golpe. No le hace ningún bien pasarse de vasos o copas y andar en reyertas públicas, en desmadres ante la vista y paciencia de la gente. No es más hombre el que grita más, el que dispara más golpes. Somos una región violenta y una autoridad tan vecinal no puede poner su gota de arena o de agua para ahondar ese mal.

Es recomendable que a partir de la fecha el burgomaestre de Punchana tome medidas drásticas, severas,  para no caer en lo mismo. Debe suspender, vía notarial, toda chupandanga en público, cerca a alguien que no le cae bien y lejos de cualquier enemigo político. No se trata de eso. No es necesario que deje de tomar sus aguas como cualquier mortal. Puede seguir celebrando, pero lejos de cualquier contacto peligroso. Es decir, en su huerta, en un hospicio lejano, en una cueva remota.

 

1 COMENTARIO

  1. Toda autoridad debe respetar y respetarse a sí mismo, de lo contrario deja de serlo. El problema de la mayoría de los mortales es que cuando alcanzan una cuota de poder creen que todo lo tienen, todo lo pueden, tamaña mentira, que solo llega a mostrar la ridiculez de su alma.

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