¿Cuentos de la selva?

Cuando era un mocoso escuchaba hipnotizado los relatos de la selva que me contaba mi abuela Natividad, todavía en mi memoria está su grácil figura de piel morena y ella fumando un buen mapacho. No quería ninguna interrupción, mi abuela tenía el poder de la palabra bajo una aureola de humo blanco. Narraba la lucha de la naturaleza contra las personas, una lid donde se ganaba o se perdía pero que había que estar atentos a las leyes de la selva, vulnerarlas te pasaba factura. A veces en esos huecos del tiempo en el Olmo respiro ese olor a tabaco hecha por sus propias manos. Esas historias siempre me rondan. En mis lecturas de la universidad me topé con un relato de la floresta en la cual un niño que vivía en las orillas de un gran río se alimentaba succionando la cola de una anaconda que era su compañera de cuna. Me pareció aterrador. Pero luego la selva ha ido tomando la ciudad, a la urbe de cemento y se ha instalado desde hace unos años. Cuando vine a España me contaron un relato que tiene matices de leyenda urbana. Una mujer muy aficionada a los reptiles se compró una como mascota, para ello eligió a una anaconda. Los primeros días y meses muy felices, es más casi dormían juntas la mujer y este reptil. Un día observó un comportamiento extraño del animal. Que cuando dormían la anaconda ya no se enroscaba sino que se dormía longitudinalmente al lado de ella y parecía triste. No pudo más y le llevó al veterinario. Él la escuchó con paciencia lo que le contaba del comportamiento de la serpiente y luego le recomendó que se deshiciera cuanto antes del animal y si fuera posible donara a un zoológico porque el extraño comportamiento del animal significaba que la estaba midiendo para luego triturarla. Me pareció una historia macabra, de espanto. Hace poco saltó a las noticias el hecho que de una tienda de mascotas [me pregunto ¿Quién puede tener como mascota una serpiente de esa naturaleza?, ¿estará bien del tutumo o del masato?] se escapó una serpiente pitón, se metió por las canaletas del aire acondicionado, se escondió y luego apareció en la habitación de unos niños quienes fueron triturados por esta enorme serpiente que pueden llegar a medir hasta nueve metros de longitud. La noticia me pareció espeluznante, atroz ¿será un cuento de la selva? Algún día aprenderemos que a los animales como éstos no hay que sacarles de su hábitat – es la primera ley que no hay que romper como me decía Natividad, además que es el peor de los destierros.

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