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Michael Wampankit y Jose Tiwi, de la comunidad de Mayuriaga, observan una de las dos lagunas que están contaminadas por el derrame de crudo. No lo pueden creer, cómo una vez más se comete este crimen contra sus bosque, sus aguas. Ellos se miran impotentes, porque para ellos es un atentado contra la vida. Para los de la ciudad esto significa perdida de dinero, pero para los hombres y mujeres de la selva esto es seguir envenenando sus peces, sus animales y a ellos mismos. El petróleo en estas circunstancias no es progreso, es tan solo el camino lento hacia la muerte.