Melissa Mendieta, Marina Díaz y Cronwell Jara, durante la presentación de «Obituario» en Iquitos

Jaime A. Vásquez, Melissa Mendieta y Alonso Rabi en la Feria Ricardo Palma de Miraflores en la presentación de la serie RÍO MARAÑÓN.

OBITUARIO, del sello editorial Tierra Nueva (2021), es el original libro de siete cuentos de Melissa Mendieta, que Cronwell Jara presentó en Iquitos. Aquí el texto.

ESCRIBE: Cronwell Jara

Como sabemos, Melissa Mendieta, desde hace buen tiempo nos viene sorprendiendo gratamente con sus aportes novelísticos, que, sospechoso, han causado gran interés y curiosidad en su entorno social, escuelas y centros de arte y literatura –no solo de Iquitos-, pero también admiración y justificados aplausos, dada su juventud y su aparente fragilidad tan femenina y dulce, que un incauto que no conociera su fuerte personalidad creadora y los talentos intelectuales, podría atreverse a decir: que va, ¿tan joven y novelista? ¿Y todavía autora de tres títulos? Pues sí, y sepa el mundo que Melissa Mendieta, no solo es autora de la novela Raquel y Alexander (2014), El diario de Raquel, (2015), y las Cartas para Raquel, (2018), trilogía que incluso han merecido una reedición en el 2019; pues, hoy también se consagra como sorprendente cuentista, con este nuevo título: Obituario. Demostrando que su aparente fragilidad, es más bien osadía, fortaleza, sobrada inteligencia e ingenio y especial sapiencia en el exigente arte de facturar cuentos. Características de los buenos narradores que se atreven a empaparse de mundo, a enrostrarlo, ser devorado por él y padecerlo, meditarlo con rigor, para luego de una filosófica resiliencia, entregarle al lector: el deslumbramiento, la sublime finura y fuerza de su arte poética, convertida en obra de arte. La brillante perla que surgió del dolor y la herida de la ostra. La semilla que se hizo árbol robusto y florece. Y, este resultado, es Obituario, parte del universo amazónico, escenificado, en la complejidad de sus dramas, en estos siete cuentos.

Sin duda para hablar, describir y narrar sobre un espacio como es Iquitos, hay que vivir, soñar y padecer. No lo imagino de otro modo. Trabajar, sudar, ser parte comprometida de su historia. Que no es lo mismo observar Iquitos como turista. Iquitos y su complejidad urbana, citadina  y selvática, y verlo desde afuera, sí, como el turista que se cuida de no comprometer ni arriesgarse, pero que se atreve a hablar y narrar de un universo tan sufrido y complejo y tan vasto como es Iquitos y sus lados de miseria y enorme indigencia, sus aldeas, flora, fauna, recursos naturales; sus inmensos paisajes, su urbe pujante y cosmopolita y sus habitaciones tan peculiares en su habla dialectal castellana y su idiolecto, y por ello, tan alegres y tan distintos a cualquier ciudadano del mundo. Iquitos como los Andes son raíces de esencia nacional. Fundamentos de nuestro universo.

Digo esto porque en Melissa Mendieta notamos que su grandeza de escritora, que, sí la posee, se nutre de lo que conoce, ha vivido y ha padecido, como raíz y árbol, como río y una mujer, al construir cada uno de estos cuentos, como solo una iquiteña, podría traducirlo, por haberlo gozado y vivido hondamente. Es lo que siento. Y es lo que me atrevo a valorar.

Habla de tu aldea y serás universal, era una sentencia no solo de Máximo Gorki, también de Miguel de Cervantes como de Antenor Orrego, el filosofo peruano, cuando encaminaba espiritualmente a nuestro César Vallejo, también cuentista y poeta universal. Y pues nadie mejor que ella, con su naturaleza de mujer, las inteligencias y habilidades de su espíritu, y las experiencias dolidas de su propia biografía. Dicho esto, ya puedo concentrarme en los cuentos de Obituario.

En Obituario cada cuento luce distintas técnicas. Y voy diciendo que en este libro lo que más me sorprende, además del buen manejo del idioma (en castellano estándar), las tramas y temas, son las habilidades en el uso de los puntos de vista y el dominio de los recursos técnicos. Pero detallaré mejor su ingreso, en breve descripción, en cada uno de ellos:

Chimba, es un cuento que se ciñe al punto de vista de la tercera persona del singular; y es descrita en tiempo lineal. No posee complicaciones laberínticas en el desarrollo de los acontecimientos. Fluye la historia, como el Amazonas, con naturalidad. Y posee tres secuencias que yo llamo breves circunstancias dramáticas dentro del gran círculo, que es el cuento: digo, es decir, la metáfora y esquema del cuento ideal, perfecto, como historia redonda, de la que hablaba el argentino Julio Cortázar. Estos círculos o breves circunstancias dramáticas están unidas por una técnica invisible: los vasos comunicantes o puentes invisibles narrativos, que son quienes encadenan y gradúan una gran secuencia o acción dramática siguiente a la otra. Que son las escenas que se van generando, crean una tensión y otorgan amenidad y gracia al juguete que es siempre un cuento. Porque todo cuento por su gracia de divertir o entretener, es un juguete. Estas son 1) las dos veces en que Rolando es salvado, 2) las dos peleas que tiene Rolando con Guillermo Torres y 3) aquel desenlace que desencadena en el abrazo de paz de los protagonistas en un remate de final feliz, y momento donde se aplica otra gracia de maestría: la técnica del iceberg. Aquella palabra que, dicha al último, revela un misterio en este cuento, que es “Chimba”.

Lágrima de Margarita, es una historia de terror y muerte. Escrita en tiempo anacrónico, con rupturas de tiempo y espacio. Narrado en un castellano estándar, límpido, en el estilo de los fluidos cuentos best- seller, fácil de traducir a cualquier idioma. Desarrolla el tema de la muerte. Sí, la muerte y el miedo a la idea de la muerte, las pesadillas y los ensueños con la muerte, son tormentos de Camilo Romero; por su forzado oficio de vigilante en la morgue, se enfrenta con cadáveres, autopsias de cuerpos eviscerados y el asco; y, por consiguiente, con tumbas, mausoleos, nichos, lápidas; y de ahí los fantasmas del sueño y de su realidad de pesadilla. Luego: importantes características de este cuento son: la habilidad de la autora para diseñar la psicología del personaje protagónico, Camilo Romero, en cuanto a sus desplazamientos, dudas, temores, acciones y sentimientos, ante el miedo y el horror permanente y creciente, dada su labor aprende a convivir entre cadáveres. Y el perfecto dominio, de precisión, en la escritura que se diseña el cuento. Nos da la sensación que, al leerlo, no hay una palabra que sobre. Ni hay una palabra que falte. Tampoco hay un personaje que sobre ni falte. Toda la historia, frase por frase, esta perfectamente equilibrada y graduada. Como en un reloj de cuerda, donde cada pieza, agujas, números, tornillos casi microscópicos, son indispensables. Tanto que cada concepto, en la lectura, no solo es decorativo, es preciso, matemático y exacto. Por lo que me adelanto a decir que estoy aquí, fascinado, ante un cuento maestro. Más si su final, es contundente, sorpresivo, Camilo Romero, no sabía de la muerte de su amada Gloria Hernández. Y por fin se explica el por qué del misterio de un racimo de margaritas.

Crónica del vuelo 204, es un cuento de carácter testimonial, verdaderamente revelador, palpitante, de un suspenso medido, de gradual tensión dramática, y de fuerte impronta psicológica. Leerlo es como ver cine. Verse dentro de la acción dramática de un vuelo en peligro. De nuevo, un dominio psicológico absoluto. Uno está adentro del avión. Y uno es testigo del patético horror de saberse consciente de que el avión se cae. No sigo. Sabemos todos que nuestra escritora, atestigua aquí, de modo magistral. Su propia tragedia de sobreviviente y de heroína verdadera, en un accidente aéreo.

Sueño sin sueño, es un cuento de suspenso, fantástico, con matices de horror y características del llamado cuento policial. Se trata de descubrir quién fue el asesino de Vanessa. ¿Quién robó el anillo de novios? ¿Por qué se cometió el crimen?

Y plantea enigmas de ultratumba. Es, creo sin exagerar, otro de los cuentos perfectos de Obituario. Luce la técnica de la inmediatez, de modo puntual. Igualmente, enmarca las secuencias dramáticas con atinada graduación y equilibrio. Y cada una de ellas, como mínima escena narrativa, se unen gracias a una red de vasos comunicantes, que nutren y gradúan el suspenso y acrecientan la tensión dramática. Sin que, en ningún momento, la historia se vuelva confusa ni oscura. Todo lo opuesto. Hay una luminosidad y una evidente inteligencia que con finura teje la trama, escena tras escena apuntando a un final sorpresivo y perfecto. De modo que la historia resulta altamente nítida y estéticamente lograda. Una delicia a leer. Un modelo para los cuentistas.

Querer y no poder, es un cuento donde se demuestra mi hipótesis: que el cuento, cuando esta bien apegado al drama del mundo real y cotidiano, logra ser exactamente otra forma de mirar la historia. No la historia oficial, que nos dan las academias, los doctos sociólogos y antropólogos (para ellos mis respetos), sino la historia cotidiana, como nos la da en su época Miguel de Cervantes y Saavedra con su Quijote de la mancha, Ciro Alegría o Arguedas, cada quien en su espacio y su tiempo. Y este relato, en este sentido, resulta una muestra exacta de lo dicho. Es un retrato minucioso, detalle a detalle, de una radiografía del COVID19, desde su inicial presencia hasta su terrible crecimiento y desplazamiento en todos los ámbitos y sectores poblaciones en Iquitos; el protagonista es Alexander De la Puente, un estudiante de Medicina e hijo de un médico. Ambos batallarán, hasta dar la vida, en el caso del padre, en la lucha contra el COVID. Y está narrado de tal modo que más impacta la imagen de la fuerza y presencia de las mortandades que ocasionan el COVID, que la del joven protagonista. De modo que, si de aquí a tres mil años en adelante, si alguien tuviera que ver la historia del COVID y sus mortandades en este siglo, este cuento sería sin duda, el mejor testimonio, escrito sin ningún patetismo ni melodrama, sino con claridad y amenidad estética del buen cuento. Su tratamiento posee visos del mejor periodismo testimonial. Y es otra de sus virtudes.

El final del viaje, como cuento es una pieza rara por su ingenio. Posee una técnica de espejos. Aquella que revela y observa parte de lo que acontece en el cuento del enfrente. Y ese cuento es Querer y no poder. Pero la historia no se repite porque aquí en El final del viaje es Ángela la protagonista quien, además de enfermera es poeta, y muy buena poeta. Y, como tal, poetiza en breves pinceladas su propio camino y destino. También verá morir a su madre, y al describirse estas escenas de dolor, se amplían e intensifica la visión radiográfica del COVID y sus fatales consecuencias.

El heraldo, último de los cuentos, nos relata la vida de Renato Amasifuén, aspirante a periodista quien logra, a punta de esfuerzo, obtener un puesto en un periódico local, por lo que será llamado el heraldo de la muerte por su jefe, es decir: quien tiene la sección de comunicar todas las muertes y las tragedias que conciten la atención del público lector, logrando fama y popularidad. Y, aquí lo fascinante del personaje, dado su cercanía con la muerte, comienza a dar con mayor énfasis no solo las noticias mortuorias, sino, además, todo lo relacionado con lo macabro y lo sobrenatural, lo más escabroso, aparte de asesinatos, accidentes, hasta que llegó la era del COVID, y muere la esposa. Y es enterrada sin señas ni identificación. Y nace en él el alma del poeta y del dibujante. Y es tanto su rencor por la muerte de su consorte que, bebido en exceso, maldice de tal modo la muerte que, ella misma, se le aparece en persona y viene a enfrentársele; y lo amenaza: sigue maldiciéndome y la próxima volveré por tu alma. Y esto pareció una pesadilla. Y dejó de beber. Pero, estresado, enfermó de COVID, y temió que se cumpliera aquella amenaza de la muerte. Escribió poemas y poemas para calmar su ansiedad. Hasta que, dado un incendio en su vecindario, por salvar la vida de una niña, quedó grave y murió. Solo que él, días antes, prevenido y temiendo su cercana muerte, ya tenía redactado su propio obituario. Ahora le tocaba ser él, motivo de la mejor notica de El heraldo, registraba su propia muerte. La noticia fue realmente impactante. Y la vida de Renato Amasifuén quedó registrada por siempre como ejemplo del periodismo y héroe de su pueblo.

En conclusión, con este libro Obituario, de Melissa Mendieta, estamos ante una obra fascinante y ejemplar, de la que Iquitos debería sentir enorme orgullo, tanto más si Melissa es también creadora de una trilogía de novelas juveniles, cuyas cualidades en estilo, arte y escritura, son sobresalientes e incuestionables como modelos literarios. Y un ejemplo valioso para la juventud lectora y para aquellos que pretendemos inventar y diseñar obras escritas.

Reclamo un racimo de merecidos aplausos para Melissa Mendieta.