Creciente antes de tiempo

En los anales selváticos la inundación nunca aparece en noviembre. Pero ayer, gracias a una lluvia normal y corriente en estos tristes trópicos, en estos predios ardorosos, una creciente adelantada, surgida antes de tiempo y lugar, venida de arriba y no de las cabeceras de las nieves perpetuas o de los afluentes y confluentes fluviales, arrasó parejo con cuanta calle, callejuela, pasaje, pasadizo y todo lugar del centro de Iquitos. Arrasó es la palabra exacta en esos lugares, allí donde todo parecía estar en orden, saneado y sacramentado. El espectáculo de esa creciente singular, venida de las viajeras y pasajeras nubes, era impresionante.

Era increíble contemplar tanta agua en tan poco espacio y en tan poco tiempo. Era casi imposible desplazarse o deslizarse en destartalado microbús o en ruidoso motocarro a esa hora de alzadas aguas. Era una peligrosa aventura caminar con el agua hasta las rodillas o hasta el cuello. Era mejor quedarse parado en una esquina o arrimado a alguna pared. La adelantada creciente, la inundación antes de tiempo, siguió después de la lluvia. Demoró en bajar su desborde, en volver a su nivel cero. Es decir, estamos ante un inconveniente que en cualquier momento puede convertirse en un grave problema, generando al damnificado de la inundación lluviosa.

La asombrosa creciente de ayer nada tiene que ver con el  cambio climático, el recambio de las estaciones y las placas terrestres, el huracán en Nueva York. Tiene que ver con la falta de agua en los grifos domésticos, con la perpetua falta del líquido elemento en los hogares y con los abusos de los famosos y nunca bien ponderados chinos que hacen una obra que no parece acabar nunca jamás. ¿No se pudo evitar las molestias, los daños a los vecinos? ¿Hemos tocado fondo en las adelantas inundaciones o faltó todavía más agua bajo el puente? ¿Hasta cuándo tantos vecinos y vecinas seguirán padeciendo bajo esa inundación adelantada?