filibertocueva@gmail.com

Hace unos días me perdí entre las calles de Montpellier. Una ciudad francesa ubicada en el sur. Caminé cerca de 40 minutos buscando la estación de autobuses para tomar un bus que me llevara a París. En el camino, nadie me entendía en inglés, por supuesto tampoco había quien hablara castellano. Al parecer los franceses están tan enamorados de su idioma que no tienen interés por aprender otro.

De tanto caminar, llego a una estación que no era la de buses, sino la del metro de la ciudad. De pronto un hombre con dos enormes bolsas de tela me dice en inglés ¿Vas a París? Y le digo que sí, ven conmigo me dice. Yo confío, me dejo llevar por él. Eran las 10 de la noche, todo estaba oscuro, la apariencia de este señor no era del todo fiable, pero me dejo llevar.

Me dice que me llevará a la estación de autobuses, que no me preocupe. Al momento de llegar, suelta en el piso sus 02 enormes bolsas de tela ¿Qué llevará dentro? Me pregunto. Me dice espera. Regresa a los 10 minutos diciendo que hay que esperar 40 minutos para el próximo autobús a París. Aunque es más tarde y sigue haciendo frío, me quedo más tranquilo.

Se vuelve a ir y a los minutos regresa con plátanos y cigarros y me pregunta qué quiero, si lo uno lo otro, o los dos. Le acepto un plátano y me sonrío. Terminamos de comernos los plátanos, él de fumarse los cigarros y se vuelve a ir. Esta vez regresa con 02 botellas de coca cola, una para cada uno.

El tipo era la caridad, la obra social andante. Su aspecto, como lo digo al inicio no era del todo confiable. Pero empezaba a sentir que él cuidaba de mí. Luego de acabarse su coca cola me empieza a preguntar de dónde vengo, a qué voy a París. Puedo decir que nos empezamos a hacer amigos.

Lo gracioso es que cada vez que pasaba alguien por nuestro lado, hombre o mujer él ponía los ojos o en la cartera o billetera, una vez yo me daba cuenta, volvía su atención al momento.

Luego de responder a sus preguntas, le planteo las mías. Aunque ya me lo imaginaba le digo ¿Tú que haces? ¿A qué te dedicas? Y es cuando me dice no habla mucho inglés.  Luego le pregunto su edad y me dice 55, posteriormente le digo que parece de menos – como de 40 – y se ríe. Se alegra de que lo viesen más joven.

La verdad es que no lo veía más joven. Es que realmente parecía de 55. Solo que creo que entendía ciertas palabras de acuerdo al contexto o, mejor dicho, de acuerdo a lo que conviene entender.

Paso con él cerca de 30 minutos. A mi deja de importarme cuál es su ocupación. Él no se vuelve a mover de la estación. Una vez llegue tu bus me voy, me dice, y así fue.

Durante todo el viaje camino a París no dejé de pensar en este señor. En lo solidario que fue conmigo. En la fruta, la coca cola y el tiempo que compartió conmigo. Luego me enteraría que, aunque Montpellier es una zona muy tranquila, la estación de autobuses no lo es del todo.